En vivo y en directo. Autocrítica sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Basta de excusarse en el mundo, la vida o la sociedad. ¿Acaso no formamos parte del mundo? ¿No somos dueños de nuestra vida? ¿No somos los que sostenemos esta sociedad?

martes, 18 de diciembre de 2012

Año de la Fe (7): No se ha ido. Siempre ha estado


El Papa Benedicto XVI lo expresa en los dos últimos párrafos de la octava catequesis que dedica al Año de la Fe.

En el primero, nos recuerda que el Adviento “nos recuerda una y otra vez que Dios no se ha ido del mundo, que no está ausente, que no nos abandona; al contrario, sale a nuestro encuentro de diferentes maneras que tenemos que aprender a discernir”.

Dios no vuelve por Navidad. Siempre estuvo ahí. Nunca se fue. Ha estado a lo largo de la historia: en el momento de la creación, en el de los pactos y alianzas, en el de los prodigios y milagros, en el de su encarnación y nacimiento como uno de nosotros, en el corazón de su Iglesia y de los santos...

Dice el Papa en el último párrafo de su catequesis que “también nosotros, con nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad, estamos llamados, día a día, a distinguir y testimoniar esta presencia en el mundo a menudo superficial y distraído, a hacer que resplandezca en nuestra vida la luz que ha iluminado la gruta de Belén”.

Un mundo superficial y distraído... Más veces de las que deberíamos, nosotros mismos, ¿no?

Porque superficial es relajar nuestro ser cristiano al cumplimiento de unas normas, ritos y costumbres. Tan superficial como cualquier actividad —aún las más magníficas— que no son conscientes de su porqué.

Y distraído. ¿O acaso no pueden convertirse en distracción esas mismas normas, ritos y costumbres? ¿O la acción, por la simple acción?

Cristo al centro... ¡y desde allí hasta la periferia! Inundándolo todo, hasta el último poro de nuestra piel y la más ínfima molécula de nuestro interior. Descubrirle en nuestra vida. Hacerle visible frente a tanta luz falsa o simples reflejos de la luz verdadera.

La semana que viene, Navidad. Pero no se equivoquen: Dios no viene; nunca se fue. Aunque a veces es difícil verle...

martes, 11 de diciembre de 2012

Año de la Fe (6): Himno de Adviento


Esta pasada semana me topé con este bello Himno del siglo IX que formaba parte de la Liturgia Latina en este tiempo de Adviento.

“Que el sol, los astros, la tierra y los mares
resuenen ante el advenimiento del Dios altísimo;
¡que el rico y el pobre unan sus cantos
para celebrar al Hijo del Creador supremo!  
Su nacimiento precede a la estrella de mañana:
éste es el Salvador prometido antaño a nuestros padres,
fruto glorioso de una Virgen,
el Hijo del Dios todopoderoso. 
Éste es el Rey de la gloria,
el que debía venir para reinar sobre los reyes,
para poner bajo sus pies al enemigo cruel,
y para curar al mundo enfermo. 
Que los ángeles también se alegren;
que todos los pueblos se estremezcan de alegría:
el Altísimo viene humildemente para salvar lo que perecía... 
Que los profetas alcen sus voces y profeticen:
¡El Emmanuel ya está cerca de nosotros!  
Que la lengua de los mudos se desate,
y vosotros, los cojos, corred a su encuentro...
Todas las naciones y las islas, aclamad este gran triunfo.
Corred como acuden los ciervos:
he aquí el Redentor que viene. 
Que los ojos de los ciegos, hasta ahora cerrados a la luz,
aprendan a traspasar las tinieblas de noche, y abrirse a la luz verdadera... 
¡Alabanza, honor, poder y gloria a Dios Padre,
y a su Hijo en la unidad del Santo Espíritu por los siglos eternos!”

Me ha parecido bonito compartirlo con todos, ya lo conocieran o no, especialmente en este contexto de reflexiones a raíz del Año de la Fe. No en vano, nuestro Credo, tras llamar a Dios padre y reconocerle como todopoderoso, afirma nuestra fe en su Hijo, nuestro Señor, ése que se acerca, que siempre ha estado, ése que, como señala Benedicto XVI en su catequesis semanal “no es algo que se superpone a nuestra humanidad, sino el cumplimiento de los más profundos anhelos humanos”.

martes, 4 de diciembre de 2012

Año de la Fe (5): ¿En qué o en quién cree usted?


En el propio enunciado de la pregunta encontramos un enfoque necesario para la respuesta. Por cierto, menos unívoca de lo que podríamos pensar...

Desde su experiencia, ¿cómo es Dios?

El Dios en quien yo creo, en el que cree la Iglesia, es una persona. No un ente, una fuerza, un espíritu, una mente, un modelo matemático, o una partícula diminuta en el interior de cada átomo. Se trata de un Dios que habla, que se comunica, con el que se puede dialogar y hasta —si me apuran— negociar... O al menos intentarlo.

Se trata de un Dios que se nos ha dado —y se nos da— a conocer.

El Papa Benedicto XVI —como siempre— expresa ese concepto de comunicación constante en su catequesis de la pasada semana de una forma brillante.

Y aunque su interés y objeto de reflexión es otro distinto al que hoy les planteo, dice el Santo Padre que si podemos hablar de Dios al mundo es porque Él primero “ha hablado con nosotros”. Afirma que “Dios no es una hipótesis lejana del mundo por su origen, Dios se preocupa por nosotros, Dios nos ama, Dios ha entrado personalmente en la realidad de nuestra historia, se ha ‘auto-comunicado’ hasta encarnarse”.

Y aquí es donde toma de nuevo sentido la pregunta que les hacía al principio y la advertencia sobre que la respuesta podía ser no tan única como parece, sin dejar de serlo: Dios se ha comunicado y comunica con cada uno de nosotros. Por tanto, cada uno tenemos una experiencia “única” de Dios. Una experiencia que, además, puede ir variando a lo largo de nuestra vida.

¿Cómo es su experiencia de Dios?

Dice el Papa que “Dios es una realidad de nuestra vida, Dios es tan grande que tiene tiempo también para nosotros, que puede ocuparse de nosotros y se ocupa de nosotros”.

Hay que reconocerlo: ¡qué grande es nuestro Dios! Porque es Uno y es capaz de comunicarse con cada uno, a cada uno, personalizando en cada persona su experiencia de encuentro y comunión, para llevarnos a todos al mismo lugar, que es Él mismo. No es relativismo de lo que hablo. Es misterio, algo que resulta difícil o imposible de entender y vislumbrar en su totalidad. Pese a que cada uno tengamos una experiencia distinta, pese a que a cada uno nos pida y nos hable de forma diferenciada, Dios es Uno y su rostro es Cristo.

Dios es Padre, Hijo, hermano, amigo, Espíritu Santo, prójimo... y sigue siendo Uno. Es creador y omnipotente... y sin embargo quiso nacer y vivir como uno de nosotros, para encontrarse con nosotros. Y morir por nosotros... por cada uno de nosotros. También por usted. Y por mí.

Como dice el Papa, “Dios no es un competidor de nuestra existencia, sino que es el verdadero garante, el garante de la grandeza de la persona humana”.

Así que, aún sabiendo que es el mismo para todos... ¿cómo es su Dios?

martes, 27 de noviembre de 2012

Año de la Fe (4): Razones para la Fe


Reflexiona Benedicto XVI en su cuarta catequesis en este Año de la Fe sobre la recomendación de San Pedro de estar “siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que pida razón de nuestra esperanza”. Y lo hace enmarcando estas palabras en un contexto social que ha dejado de ser cristiano para pasar a ser indiferente —e incluso beligerante— hacia Dios...

La verdad es que es difícil moverse en la cuerda floja. Y aunque parezca que debiera ser al contrario, la vida de fe siempre me ha parecido un viaje en el filo de la navaja. ¡Quizá me falta fe!

Por un lado, la fe implica una confianza plena en Dios. Pero esa confianza no puede llevarnos al inmovilismo, a pensar que ya que ponemos todo en sus manos todo depende de Él y que con eso ya hemos cumplido. No. Que Dios salga a nuestro encuentro no es razón para sentarnos a esperar su llegada sin hacer nada. ¿Qué diferencia esta actitud de la idolatría?

Por otro, en el rincón opuesto nos encontramos con la actitud —más vigente de lo que parece— reflejada en el refrán “a Dios rogando, y con el mazo dando”. O como señala el Papa, “como si Dios no existiera”, como si no fuera capaz de intervenir directamente en nuestras vidas. Vaciamos de contenido así la imagen presente en el Credo de Dios que es Padre, que es Todopoderoso, que es Creador. En el fondo, volvemos a morder de la manzana, volvemos a querer ser dioses, sin nada ni nadie por encima de nuestras cabezas, o convirtiendo a ese alguien en un mero espectador.

La pregunta final sobre la razón de nuestra fe me parece ésta: ¿necesitas milagros para creer, o porque crees los milagros florecen a tu alrededor?

Reconozcan conmigo que no siempre y en todo lugar la respuesta sincera a esta pregunta es la misma. Y es que ahí está la gracia de la cuestión: una fe sin dudas no es fe.

martes, 20 de noviembre de 2012

Año de la Fe (3): La actitud creyente


Señala Benedicto XVI en su catequesis semanal que, aunque en estos tiempos pueda parecer lo contrario, el deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre en forma de anhelo o sed permanente y que, aunque de esa semilla no se puede llegar humanamente a la fe, es la base para su posterior arraigo. Como siempre les digo, él lo explica mejor: Catequesis 3.

De entre todo lo que dice el Papa —que es mucho y bueno— me gustaría reflexionar un poco sobre la actitud del creyente, la vivencia de nuestra fe, que no es estática ni única a lo largo de nuestra vida. Y como alguien —como casi siempre— hizo esta reflexión antes y mejor que yo, permítanme recomendarles un vídeo al que pueden acceder desde aquí y que se basa en un bello relato corto de Gibran Jalil Gibran, poeta cristiano libanés de una sensibilidad especial.

El texto original dice más o menos —ya saben lo que ocurre con las traducciones/adpataciones— así:

“En los días de mi más remota antigüedad, cuando el temblor primero del habla llegó a mis labios, subí a la montaña santa y hablé a Dios, diciéndole:
— Amo, soy tu esclavo. Tu oculta voluntad es mi ley, y te obedeceré por siempre jamás.
Pero Dios no me contestó, y pasó de largo como una potente borrasca.
Mil años después volví a subir a la montaña santa, y volví a hablar a Dios, diciéndole:
— Creador mío, soy tu criatura. Me hiciste de barro, y te debo todo cuanto soy.
Pero Dios no contestó; pasó de largo como mil alas en presuroso vuelo.
Y mil años después volví a escalar la montaña santa, y hablé a Dios nuevamente, diciéndole:
— Padre, soy tu hijo. Tu piedad y tu amor me dieron vida, y mediante el amor y la adoración a ti heredaré tu Reino.
Pero Dios siguió sin contestar; pasó de largo como la niebla que tiende un velo sobre las distantes montañas.
Otros mil años después volví a escalar la sagrada montaña, y volví a invocar a Dios, diciéndole:
— ¡Dios mío!, mi supremo anhelo y mi plenitud, soy tu ayer y Tú eres mi mañana. Soy tu raíz en la tierra y Tú eres mi flor en el cielo; junto creceremos ante la faz del sol.
Entonces Dios se inclinó hacia mí, y me susurró al oído dulces palabras. Y como el mar, que abraza al arroyo que corre hasta él, me abrazó.
Y cuando bajé a las planicies, y a los valles vi que Dios también estaba allí.”

¿Qué quieren que les diga? ¿Cuántas veces no hemos adoptado alguna de estas cuatro actitudes —o una mezcla de varias— en nuestra relación con Dios?

martes, 6 de noviembre de 2012

Año de la Fe (2): Nosotros creemos...



Pero no crean que en lo mismo. Dios es uno y se nos ha revelado a todos con el mismo rostro: Jesucristo. Pero al ser la fe un don personal, muchas veces maquillamos ese rostro a nuestro antojo y conveniencia. No sólo eso, sino que aplicamos sobre ese don divino las máximas de la propiedad privada: la fe es mía —o es un asunto privado entre Dios y yo— y yo decido en qué creo, y en qué no.

La Iglesia surge entonces como el faro, el nexo, la garante del real rostro de Dios. En la Iglesia y desde ella pasamos a conjugar el verbo creer en la primera persona del plural.

Benedicto XVI lo explica —como siempre— mucho mejor en su segunda catequesis para este Año de la Fe. Les dejo el enlace para el texto íntegro aquí.

Aún así, ni siquiera dentro de la propia Iglesia, todo el monte es orégano. No debería ser, pero ocurre más veces de las que debiera. En demasiadas ocasiones parece que la fe nos lleva a “competir” con el mundo, e incluso entre nosotros mismos...

¿Se imaginan a san Pedro o a san Pablo, a los apóstoles y a los primeros discípulos, compitiendo entre ellos por ver quién es el primero en llegar a tal ciudad a anunciar el Evangelio, o llevando cuentas del número de pueblos visitados o personas convertidas? ¿Se los imaginan presumiendo de estos datos como hazañas, como muestras de su valía, como marcadores para medir su prestigio? A ellos no, pero a muchas instituciones, entidades, movimientos y personas dentro de nuestra Iglesia —la que Jesús quiso y fundó— yo sí les veo estas actitudes. De hecho, ni yo mismo soy siempre ajeno a ellas.

El problema —no se equivoquen— es de fe. De verdadera fe. O mejor, de respuesta a la misma. Si todos profesáramos real y completamente la misma fe estas cosas no deberían pasar. Asumiríamos que somos un mismo cuerpo, que navegamos un mismo mar y que lo hacemos a bordo de un mismo barco. Trabajaríamos por el Reino de Dios sin importarnos quién cobra los réditos, o quién aparece en los títulos. No convertiríamos el Evangelio en una mercancía que hay que vender, ni su anuncio en un problema de primicias o números.

Y es que —como ven— todo esto nos lleva al siguiente paso en esta serie: el contenido de nuestra fe.

martes, 30 de octubre de 2012

Año de la Fe (1): Yo creo...


Creer es el verbo —cronológicamente al menos el primero de ellos— en este Año de la Fe. Creer... Pero, ¿qué es creer?

Decía mi abuela —que en paz descanse— que “fe es creer en lo que no se ve”. Sin duda era una formulación simplista, pero me gusta recordarla de vez en cuando porque, desde su simplicidad, añade un “plus” de gran importancia.

Tener fe no es solo creer en la existencia de Dios, aún con todos los calificativos —padre, bueno, misericordioso, omnipotente, ...— que podamos aplicarle. A Dios podemos llegar incluso a verlo en la Eucaristía, en el prójimo...

El “plus” que aportaba la definición que recitaba mi abuela —quizá sin entender todo su alcance— es el de la confianza. Tener fe va más allá de creer que Dios existe. Tener fe es creer en Dios, confiar en Él, abandonarse a Él.

Y aquí es donde comienzan los problemas. O las exigencias. Creer que Dios existe es más o menos fácil. Confiar en Él y seguir su voluntad ya es más complicado. A Dios, a veces, cuesta entenderle. Y en ocasiones, es simplemente imposible. Ahí entra el “creer en lo que no se ve”, en lo que no se entiende, ni se vislumbra, ni parece lógico...

Benedicto XVI expresa mejor lo que es tener fe: “es encontrar a ese ‘Tú’, a Dios, que me sostiene y me concede la promesa de un amor indestructible, que no sólo aspira a la eternidad, sino que la da; es entregarme a Dios con la actitud confiada de un niño, que sabe que todas sus dificultades y todos sus problemas están a salvo en el ‘tú’ de la madre”.

Les recomiendo las catequesis del Papa sobre el Año de la Fe... Aquí encontrarán el texto íntegro de la primera —del que he extraído la anterior cita— en la que, con infinita mayor profundidad y sabiduría, aborda la definición de fe.

lunes, 22 de octubre de 2012

Padres viejos, lecciones nuevas

Mañana cumplen mis padres cincuenta años de casados. Cincuenta años de fidelidad mutua, de compañerismo, de amor y también -es lógico- de momentos mejores y peores, de crisis, peleas..., pero sobre todo de perdón y reconciliación. No es común, con los tiempos que corren.

Y ahí están, mientras escribo, a unos metros de mí. Como un par de novios. Ella sentada en una silla al lado de la cama de hospital donde -seamos realistas- mi padre consume sus últimos días, u horas, instalado en una montaña rusa de ligeras mejorías y largos empeoramientos. Ayer parecía que todo era cuestión de horas y hoy, víspera de su aniversario, solo le faltaba levantarse y salir andando por la puerta (algo que, desde hace 6 meses, es sencillamente imposible).

Puede que influya que sean mis padres, pero es tan tierno verles darse pequeños besos en la boca. Es prácticamente a lo único que reacciona ya él. Pone morritos y besa. A ella. a mí, como mucho, me arquea las cejas. No puede hablar, porque apenas queda airé en sus pulmones. Está la mayor parte del tiempo adormecido. Apenas presiona tu mano cuando la separas de la suya. Pero con mi madre, reacciona. Y ella le dice piropos, abraza su mano y se despide en silencio y sin irse. Lleva todo el mes haciéndolo, pegada a esa cama, forzada a alejarse con chantajes emocionales...

Sin duda, mis padres me están dando una nueva lección. No me atrevo a decir que es la última...

jueves, 18 de octubre de 2012

Señores del tiempo


Supongo que cada uno lo descubre a su manera y en su momento. Puede que incluso varias veces a lo largo de la vida, aunque tendemos a olvidarlo pasado un tiempo...

Definitivamente no. No somos dueños del tiempo. Ni del nuestro, ni del de nadie. Nos empeñamos en hacer planes, aceptar compromisos, aspirar a un futuro moldeado a nuestro gusto.

Pero Dios es el único señor del tiempo y de la historia. Nosotros decidimos sobre nuestras vidas, sí, pero sólo Él conoce los plazos. Y de sus vencimientos es imposible la huída.

Un padre enfermo y en la recta final lo marca todo. La vida sigue, sí. Siguen surgiendo compromisos, trabajos, gestiones, citas ineludibles. Y sin embargo, sabes que en algún momento todos esos planes tendrán que ser aplazados, pospuestos y puede que hasta olvidados. Cuando llegue el momento, todo pasará a un segundo plano. E incluso cuando creas que ha llegado, puede que ni sea así...

Lo dicho... No somos dueños de nuestro tiempo. Cada minuto es un regalo, una oportunidad, un llamamiento.

No pierdas el tiempo. Ni es tuyo, ni sabes cuánto te queda...

miércoles, 10 de octubre de 2012

Calidad de vida


La cuestión la tengo muy cercana. Déjenme hacer con ustedes una breve reflexión en voz alta, porque puede ser que nos equivoquemos de enfoque al enfrentarnos a la “calidad de vida” de nuestros mayores. Si no del todo, sí en algo...

Asumimos que la calidad de vida va asociada a la capacidad de una persona para ser feliz, para valerse por si mismo para lograrlo. Obviamente, en todo esto hay calidad de vida, pero no es lo único. La persona dependiente, la que padece una enfermedad de la que no va a mejorar nunca, también puede contar con una excelente calidad de vida si tiene a personas a su alrededor que la cuidan con amor. Puede que incluso más que otros que, aún valiéndose por si solos, no tienen a nadie cercano.

Quizá no sea cuestión —ésta de la calidad— dependiente solo de la percepción que tiene el enfermo de su propio estado. Ni de la que imaginamos los que vivimos a su alrededor. Ni siquiera de dolores, movilidades, sufrimiento y otras circunstancias objetivas. Quizá el elemento principal sea el amor. Con independencia de si es o no reconocido, de la capacidad de percibirlo.

Quizá un enfermo amado, aún en estado vegetativo o casi, incluso entre inmensos dolores y sufrimientos, puede tener mejor calidad de vida que muchas personas sanas que andan y triunfan por la vida.

Quizá lo más grave no es que no seas capaz de sostener sin ayuda la cuchara que te alimenta. Quizá lo más grave es no tener a una persona que haga eso por ti por amor...

miércoles, 3 de octubre de 2012

En cola...

Poco más de las siete y media de la mañana. Desde la ventana de la habitación de hospital, donde he pasado la noche junto a mi padre, observo cómo un grupo de personas comienza en una esquina la formación de una cola. Gentes que incluso bajan de automóviles, que se desvían de la ruta más corta. Padres que dejan a sus hijos en la acera contraria para que puedan recoger lo que se regala: un periódico gratuito.

Ya vi la escena ayer. Y supongo que la veré mañana, y que se seguirá produciendo incluso cuando yo ya no esté asomado a esta ventana... Nadie desprecia lo que es gratis. Incluso madruga y altera su comportamiento.

Y sin embargo, la salvación que Dios nos ofrece no parece contar con esas colas. Pese a ser gratis. Pese a ser para siempre. Pese a ser infinitamente más valiosa.

En estos tiempos que corren es a Dios y a su Iglesia a quien le toca salir a buscar al hombre, hacer cola para hacerse un hueco entre todos sus intereses que apenas dejan espacio para el que todo lo puede. Es curioso, pero Él nos dio libertad para que así fuera.

Pasan nos minutos de las ocho -hoy van con retraso, anoche hubo fútbol- y llega la furgoneta con los diarios, la repartidora se acerca a recoger la carga, mientras unas cuarenta personas esperan pacientemente en la cola a cierta distancia. Observan desde la distancia, supongo que no sin cierta impaciencia.

La repartidora coge un primer montón y comienza a distribuir su mercancía. Supongo que lo hacen así para evitar que nadie coja más de un ejemplar. En apenas unos minutos la cola desaparece. Las personas que cruzan por los semáforos cercanos se desvían unos metros para retirar su ejemplar. También los hay -pocos- que no lo hacen y pasan de largo. En menos de una hora la chica recogerá y habrá terminado... hasta la mañana siguiente.

Es ahora cuando se me ocurre que podía haber hecho una foto de la cola. Tendrán que fiarse de lo que les he contado. La foto, tardía, no hace justicia a la expectación. Comienzan las rondas. Dentro de poco el desayuno y después, a seguir leyendo "Las sandalias del pescador", mientras mi padre sigue ese estado de micro-sueño y el papa Cirilo I -el de la novela- pide a la Iglesia hombres con pies ligeros y espíritus ardientes...

martes, 25 de septiembre de 2012

El buen rebaño


Siempre he pensado —¡vanidad de vanidades!— que junto a la parábola del Buen Pastor en el Evangelio debería aparecer la del buen rebaño. O mejor, de las buenas ovejas. Aquéllas que reconocen la voz de su Pastor y obedecen, se dejan guiar y cuidar por él...

No es una tontería. ¿Cuántas veces sabemos lo que hay que hacer y no lo hacemos? ¿Cuántas veces preferimos hacer oídos sordos a la voluntad de Dios? No siempre nos engañan. En la mayoría de ocasiones nos mentimos a nosotros mismos, nos convencemos de lo que, a nuestro juicio, más nos conviene, menos molesta o incomoda.

Decididamente, no siempre somos un buen rebaño, buenas ovejas, que siguen a su pastor.

Y serlo no significa despreciar el uso de la razón, ni un seguidismo masificante y atontolinado. Ser buen rebaño no implica la desaparición de un espíritu crítico. Precisamente al contrario. Ser buen rebaño significa potenciar la crítica y la reflexión para descubrir y distinguir al pastor bueno del malo. Y cuando la razón no puede darnos respuesta, acudir a la oración.

¡Cuántos en la Iglesia desoyen a sus pastores, que lo son por encargo del único Pastor! ¡Y no siempre por culpa de esos pastores! ¡Cuántas veces por una simple pose, un cliché, sin leer ni escuchar!

¡Bienaventurados los mansos que se dejan llevar por Dios!

martes, 18 de septiembre de 2012

Templos o museos


Hubo una época, hace años, en la que durante el descanso para almorzar, en lugar de hacerlo, huía hasta la Catedral de Valencia para cobijarme en la Capilla del Santo Cáliz y rezar un rato frente a la reliquia de la Última Cena. Literalmente, lo necesitaba más que el comer. No era una buena época. Hoy ya no podría hacerlo, salvo pagando una entrada y como un turista.

Reconozco que las catedrales y algunos templos cuestan mucho de mantener y rehabilitar. También las obras de arte que contienen. Reconozco la simbiosis que existe entre objetos artísticos y de culto en muchas ocasiones. Pero tan molesto me resulta que un grupo de turistas ruidosos, con cámaras y flashes, perturben un ambiente de oración, como el hecho de tener que pagar entrada para rezar o que me condicionen el lugar o el horario donde hacerlo. Y me molesta especialmente porque yo mismo me convierto en uno de esos turistas cuando viajo. En mi descargo diré que procuro ser discreto, no utilizo el flash y guardo silencio...

¿Qué quieren? Es imposible entrar en la Capilla Sixtina y no comenzar a hacer fotos al techo. Da igual los carteles, o que existan libros con magníficas fotografías que nunca podremos igualar con nuestras cámaras a ras de suelo. La pena es que ese afán que nace del reconocimiento artístico o histórico de una obra nos hace olvidar demasiadas veces su verdadero sentido, la razón por la que fue creada: el culto divino. Prácticamente nadie contempla la Capilla Sixtina con esos ojos. Ni tampoco los retablos que presiden capillas y altares...

Arte y culto. Difícil convivencia, al menos en este tiempo poco preocupado de esencias y porqués... Al final habrá que decidir si queremos museos o templos. Lo de cobrar entrada es lo de menos.

martes, 11 de septiembre de 2012

Buenos pastores


De regreso tras un período de descanso. Tenemos muchas cosas que contarnos. Déjenme que comience por una de casi al final, de este pasado sábado por la noche.

Hace treinta años —con dieciocho añitos— quiero pensar que el Espíritu Santo, la Iglesia, la necesidad y la temeridad propia de la edad me puso como monitor —entonces todavía no nos llamábamos educadores— de un grupo de juveniles (13-14 años) del movimiento Junior (tampoco llevaba la “s” final). A algunos de aquellos chavales no les había vuelto a ver desde hace veinte años.

El sábado, y principalmente a través de Facebook —que nadie vuelva a poner en duda en mi presencia la ineficacia de las redes sociales, y menos hablar de la deshumanización que provocan, porque también sirven para lo contrario— organizaron una cena. Y allí nos juntamos nueve de ellos y cuatro de los que fuimos sus monitores.

¡Vanidad de vanidades! Todavía me cuesta cruzar algunas puertas estrechas y no humedecer los ojos...

Ya les iré contando cosas, porque valen la pena.

El caso es que, ya llevábamos varios platos de “picoteo” cuando se me ocurrió sugerirles llamar al que era nuestro párroco hace treinta años y saludarle por teléfono. Aprobación general. Saludamos. El teléfono fue pasando de mano en mano.

Antes de los cafés aquel sacerdote estaba en la mesa sentado con nosotros. Era casi medianoche. Tenía dos entierros al día siguiente. Estuvo un ratito y se marchó, no sin antes invitarnos a sus bodas de oro sacerdotales el próximo 22 de diciembre. Imaginen su edad. Seguro que allí estaremos los trece, y algunos más. Puede que hasta con guitarras y bandurrias.

Don Pepe —que así le llamábamos— fue esa noche la personificación perfecta del buen pastor que, escuchando a sus ovejas “distraídas” por el mundo, acudió en su busca para volverlas a traer hacia él...

En este Año de la Fe que está a punto de comenzar, ojalá todos los que formamos parte de la Iglesia, pero sobre todo sus pastores, sepan descubrir en el mundo a esas personas necesitadas del Pastor, sobre todo, a las que un día estuvieron más próximas y hoy andan medio perdidas. Ojalá que todos, y ellos especialmente, colaboren con el Buen Pastor saliendo en su búsqueda, allí donde se encuentren, para volverlas a traer a casa..

martes, 7 de agosto de 2012

No perder la alegría


Reconozco que también a mí me ocurre. Con la que está cayendo, ¿cómo hay personas que pueden darse ciertas “alegrías”? ¿Cómo no tener algo de mala conciencia por conservar el empleo, el sueldo, la paga de Navidad e incluso plantearse algún “lujo”?

Está claro que son muchas las preguntas a las que enfrentarse, pero el Papa ha vuelto a dar en el clavo al ofrecer luz. No sobre lujos y despilfarros, sino sobre la alegría, la sana alegría.

Mil peregrinos alemanes fueron a visitar al Papa a su residencia de verano el pasado cuatro de agosto, y le organizaron una pequeña y alegre fiesta. Y como Benedicto XVI no da “puntada sin hilo”, aprovecho para hacer una pequeña reflexión.

El Santo Padre indicó que si bien algunas personas se podrían cuestionar si está bien ser tan feliz mientras el mundo está tan lleno de sufrimiento, oscuridad y dolor, “la respuesta sólo puede ser un ¡sí! Porque decir ‘no’ a esta dicha no beneficia a nadie, sólo hace el mundo más oscuro”.

No deberíamos olvidarlo. El dolor a nuestro alrededor no debería ser excusa para ocultar nuestra alegría cuando hay motivos para ella. Y los hay. Ser sal hoy significa ser y dar testimonio de esperanza. Lo otro es convertirnos en sepulcros blanqueados como aquellos fariseos que oraban y ayunaban donde todo el mundo pudiera verles.

Como dice Benedicto XVI, “sabemos por nuestra fe, y lo vemos cada día: el mundo es bello y Dios es bueno, y se volvió hombre y entró entre nosotros, sufre y vive con nosotros. Sabemos esto definitiva y concretamente: Sí, Dios es bueno y es bueno ser un hombre”. Así que vivamos “en esta alegría, y tratemos de llevar esta alegría a otros, para rechazar el mal y ser servidores de la paz y la reconciliación”...

Los que las tengan, disfruten de las vacaciones. No pierdan la alegría, y menos aún la capacidad de alegrarse...

martes, 31 de julio de 2012

¿Crítico, o criticón?


La verdad es que las personas, en el fondo, tendemos a cambiar poco. Y cuando lo hacemos, en muchas ocasiones, es por propia conveniencia, lo que significa que, en el fondo, tampoco hemos cambiado ni en esos casos...

Siempre he sido un poco “mosca co**nera”. Me gusta llevar la contraria (algo que saca de quicio a mi hija, como les contaré enseguida), hacer de abogado del diablo, adoptar una posición distinta que sirva de contrapeso. De hecho, en una de las últimas reuniones de nuestro grupo de matrimonios —saludos, betanios— a una persona le salió del alma comentar que si yo hubiera sido uno de los doce apóstoles, Judas no habría entregado a Jesús, sino a mí...

El caso es que volvía con mi hija recién llegada de campamento el otro día camino de la playa. La chiquilla —tiene 17 años, pero para un padre eso no la sitúa necesariamente a un año de la mayoría de edad— me explicaba excitada los juegos y actividades del campamento. Otros asuntos los comparte solo con su madre.

martes, 24 de julio de 2012

Arrimar el ascua...


Estaba en otras cosas mientras escuchaba de fondo el informativo de la noche de TVE cuando, de repente, un titular llamó mi atención. Decía algo así como que casi la mitad de los españoles aprobaban que la investigación científica —en temas médicos— no estuviera sujeta a condicionamientos éticos. La verdad es que no presté atención al desarrollo de la noticia veinte minutos después, así que desconozco el tamaño de la muestra o la pregunta a la que respondieron los encuestados y en qué contexto.

Lo primero que vino a mi mente es que si casi la mitad de los españoles no quieren tabúes éticos en la investigación científica, más de la mitad —o sea, la mayoría— sí se decantan a favor de algún tipo de cortapisa ética. ¡Hay que ver cómo tendemos a arrimar el ascua a nuestra sardina! En éste y prácticamente en todos los aspectos de nuestras vidas.

¿Quién no se ha descubierto durante una buena homilía crítica repasando mentalmente las pajas en ojos ajenos, dejando a salvo las vigas en los propios? ¿Quién, al oír la expresión “sepulcros blanqueados” no ha mirado hacia otros bancos en lugar de hacía si mismo?

Pues eso... Casi la mitad es minoría con respecto al resto. Por mucho que se empeñen e intenten destacarlo. Pero es que además, aunque fuesen mayoría, estarían equivocados y condenándonos a todos a una especie de dictadura científico-técnica al más puro estilo de “Un mundo feliz”.

A todos nos iría mejor —individual y colectivamente— si nos pusiéramos en la situación del otro, en sus ojos, antes de defender nuestros derechos, privilegios y estilos de vida. De verdad. Hay ascuas para todas las sardinas.

martes, 17 de julio de 2012

Aspirar a todo


A veces nos conformamos con poco, con el mínimo, y eso nos lastra y nos impide aspirar a todo. Porque es a todo a lo que estamos llamados. No a menos.

Bajar el listón supone renunciar a la excelencia. Cada vez que lo hacemos, un pequeño pedazo de nuestra alma se reseca y contrae. Como un cáncer se extiende, desgarra y resulta pesado.

Lo bueno es que, a diferencia de un árbol seco, nuestra alma es inmortal y Dios es la medicina que puede curar cada una de las cicatrices que cada renuncia deja en nuestras vidas. Lo malo es que no siempre ponemos de nuestra parte para que esto suceda. Y a veces, ni lo queremos.

A costa de renuncias y silencios terminamos acostumbrándonos a apuntar a pequeñas y cercanas metas que, quizá formen parte de un camino más largo y perfecto, pero que normalmente ocultan el horizonte, y terminan siendo sucedáneos de una vida plena.

Y así, nos quedamos en un "no matarás", cuando debería ser "ama toda vida". Nos conformamos con que nuestros hijos sean buenas personas y no les estimulamos para que sean personas santas. No alzamos la voz por no molestar, o porque damos batallas por perdidas sin ni siquiera haber pisado el campo de batalla.

Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza fue para que llegáramos hasta Él, para que aspiráramos a todo. No para suplantarle. No para ser uno más como Él. Sino para ser perfecto como el Padre lo es. Esto es mucha responsabilidad.

En realidad, estamos "obligados" a aspirar a todo, a explotar nuestros talentos y riquezas interiores y ponerlas al servicio de los demás. Ningún "mozart" tiene derecho a esconder su música y robársela al mundo. Ni ningún "miguel ángel" puede aspirar a menos que a un "David" o a una "Capilla Sixtina". Ni ningún "beethoven", al "Himno a la Alegría". Ninguno de nosotros puede renunciar a la santidad.

En esto de ser cristiano no basta con el aprobado. Al menos, no basta con que ésa sea tu meta. En el camino te santificarás más o menos, pecarás más o menos, pero tu aspiración y voluntad, en cuanto a bondad, no deben conocer límites...

martes, 10 de julio de 2012

Contemplación y acción


Dice Benedicto XVI: "la contemplación de Cristo en nuestra vida no nos hace extraños de la realidad, más bien nos hace aún más participes de las vicisitudes humanas, porque el Señor, atrayéndonos a sí en su oración, nos permite hacernos presentes y cercanos a cada hermano en su amor".

Reconozco que siempre me he considerado un hombre “de acción”, de grandes retos y proyectos, aunque la mayoría de las veces hayan acabado en nada. Pero de un tiempo a esta parte —debe ser cosa de los años— siento que tiene mayor poder de transformación los pequeños cambios en lo cotidiano que los frutos de grandes campañas. No quiero decir que estas últimas no tengan su sentido y hasta necesidad, pero no todo se hace con las manos, o solo con ellas.

El Papa lo explica mejor: "el encuentro diario con el Señor y la frecuencia en los sacramentos puede abrir nuestras mentes y nuestros corazones a su presencia, a sus palabras, a su acción. La oración no es sólo el respiro del alma, sino que —para usar una imagen— también es un oasis de paz, en el que podemos encontrar el agua que alimenta nuestra vida espiritual y transforma nuestra existencia", de tal manera que “cuanto más espacio damos a la oración, veremos que nuestra vida se transformará más y será animada por la fuerza concreta del amor de Dios”.

Ahora que llega el verano, que nuestras parroquias “reducen” sus horarios, actividades y acciones, que los días se alargan y la tentación de “rebajas” en nuestra vida espiritual es algo más que probable, les invito a no descuidar la oración.

No renuncien a cambiar el mundo solo porque es verano y llegan las vacaciones. Háganlo en lo cotidiano, con los más cercanos, y partiendo desde la oración...

martes, 3 de julio de 2012

Creyentes incrédulos


Mira que somos crédulos para algunas cosas si nos la cuenta un medio de comunicación, un amigo, o hasta un conocido, y de oídas. Estamos dispuestos a creernos casi cualquier cosa, sobre todo si coincide con lo que pensamos, sentimos, queremos o deseamos. Y el problema es que llegamos a creerlo con tal intensidad que, incluso con pruebas contrarias en la mano, la sospecha nunca abandonará nuestro pensamiento. “Algo habrá, seguro”.

Si embargo, con Dios, nos hemos vuelto todo lo contrario. A diario le estamos pidiendo milagros que, en realidad, están en nuestras manos. A diario le solicitamos pruebas de su amor, de su existencia, de que estamos en el camino correcto. ¡Y mira que lo dejó todo bien claro!

En realidad todo esto quizá tenga mucho más que ver con que no nos interesa una persona con criterios tajantes que cuando toca decir “no” dice “no”. No es cómodo contar con una conciencia externa que no siempre coincide con la nuestra, con lo que queremos, con lo que nos interesa. No es práctico que definir el bien y el mal no dependa de nosotros, ni de mayorías, ni de modas o tiempos.

No es que tengamos confianza en el hombre, porque aquí muy pocos ponen la mano en el fuego por nadie. Creo que, como Santo Tomás, el apóstol, el de meter la mano en el costado y en las heridas de las manos, necesitamos seguridad, pero preferimos que esa seguridad sea exactamente cómo nosotros queremos, imaginamos y soñamos. Si no es así, esa confianza tampoco nos interesa.

Y así, nos construimos dioses, religiones, comunidades y templos a medida. No es que el hombre, la humanidad, sea el centro, la unidad de medida. Ni siquiera eso. Cada uno tiene la suya y sólo esa nos vale.

Nos hemos convertido en creyentes incrédulos...

martes, 26 de junio de 2012

Si quieres vocaciones, se testimonio


Efectivamente, porque no basta con darlo. Hay que serlo.

Ayer se presentó en Roma el documento "Orientaciones pastorales para la promoción de las vocaciones al ministerio sacerdotal", elaborado por la Congregación para la Educación Católica. En sus páginas se señala que el testimonio coherente y feliz de los presbíteros es uno de los requisitos necesarios para que los más jóvenes se sientan llamados a la vocación sacerdotal.

El texto parte de una constatación sociológica: la disminución demográfica, la crisis de la familia, la difusión de la mentalidad secularizada, así como las difíciles condiciones de vida y del ministerio del sacerdote, son factores que se han dejado notar, sobre todo, en las Iglesias de antigua tradición cristiana de Occidente.

Por otro lado, la tendencia a una transformación progresiva del sacerdocio en profesión u oficio, el creciente individualismo en los presbíteros, con su consiguiente aislamiento, y los malos testimonios de algunos de ellos, son enfermedades que se han colado dentro de la misma Iglesia.

Ante todo ello, la propuesta del documento es clara: redoblar los esfuerzos en crear un terreno fecundo de vida cristiana en la comunidad eclesial, la oración, el valor de la pastoral integrada, un nuevo empuje de evangelización y misión, el papel central de la familia y, sobre todo, el testimonio coherente y feliz de los presbíteros, su ejemplo, y el arropamiento de la comunidad parroquial.

Todos tenemos mucho que ver en esto. No podemos ser comunidades. Debemos ser una sola comunidad, una sola Iglesia, y sentirlo y vivirlo como tal. Al final, no se trata de destacar más lo que nos une de lo que nos separa. Se trata de ser Uno. Sin matices...

Ése es el testimonio. ¿Lo es tu parroquia, tu familia, tú mismo? ¿Son tierra fértil donde no sería extraño que surgieran vocaciones sacerdotales?

martes, 19 de junio de 2012

Amar al enemigo


Lo reconozco: a veces me pasa, soy de esos que esperan que la justicia divina —tarde o temprano, en esta vida o en la otra— ponga a cada uno en su sitio.

No es que tenga dudas al respecto. Es que en ocasiones lo anhelo “demasiado”, acercándome a lo que podría llamarse deseo de venganza (aunque no sea por mi mano), sin caer en la cuenta de que quizá —en realidad, seguro— será a mí al primero al que pongan en su sitio el día del Juicio.

El refranero popular está lleno de apelaciones a esa compensación debida. En el camino nos encontraremos, a todo cerdo le llega su “sanmartín”, ... Muchas frases para recordar el castigo, la justicia final que todo iguala. Incluso en el Evangelio encontramos las “bienaventuranzas” en Mateo, que Lucas amplía y extiende al incluir también su sentido negativo...

El problema no es que cada uno de nosotros vaya a ser juzgado. Ni siquiera lo es poner en duda la misericordia infinita de Dios, o su concepto de justicia —recuerden la parábola del hijo pródigo— que poco tiene que ver con el nuestro. La cuestión es el amor al enemigo...

martes, 12 de junio de 2012

Por el suelo y pisoteados


Leyendo el Evangelio de hoy y viendo el clima anticlerical y la “fama” que buena parte de la sociedad cuelga a la Iglesia —lo siento, pero en este aspecto no deberíamos hacer distingos entre jerarquía y resto del pueblo de Dios— uno no puede dejar de preguntarse sobre nuestra propia responsabilidad en ser arrojados al suelo y pisoteados. Uno no puede dejar de plantearse si, además de por desconocimiento, odio y cualquiera otra causa injusta, esto no ocurre, también, porque nos hemos ido convirtiendo en sal que no sazona, que ha perdido, como mínimo, parte de su sabor.

En un mundo —miren a su alrededor— necesitado de Dios más que nunca, uno se pregunta si tanto ataque a la Iglesia es solo una consecuencia de esa lejanía de Cristo, o si no somos nosotros mismos, Iglesia, también un poco causa de ese distanciamiento.

martes, 5 de junio de 2012

Soluciones


Puede no ser inmediato. Puede tardar más o menos tiempo. Puede que sea una forma sutil y desapercibida, pero cuando sacamos a Dios de nuestras vidas nos encaminamos irremediablemente hacia el precipicio. Lento o rápido, pero inexorablemente.

En el Encuentro Mundial de las Familias de Milán, el pasado fin de semana, Benedicto XVI invitó de nuevo a la esperanza. Y no lo hizo con palabras nuevas. Ni con provocativos titulares. Lo dijo como siempre lo ha dicho la Iglesia, como lo aprendieron los primeros cristianos del propio Jesucristo: el amor “es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo”. La solución es el amor. ¿Hay algo más provocativo y radical? ¿Hay palabras que puedan sonar más nuevas en el mundo que vivimos? ¿Hay mayor grito de esperanza?

Esperanza, sí, porque en “amor” todos podemos ser ricos. Todos tenemos la inmensa capacidad de amar. Incluso hasta la muerte si fuera necesario, aunque muy pocos serían capaces de llegar tan lejos. Podemos amar. De verdad. Sin condiciones. Sin sombras. Sin dudas. Sin plazos. Sin dobles intenciones... ¡Y podemos ser amados! De hecho, lo somos. Dios entregó a su hijo por nosotros. Cada día, miles de personas a las que ni conocemos ni nos conocen nos aman a través de la oración. Cada minuto alguien, en este mundo, hace algo por nosotros. Somos amados... y podemos sentirlo.

martes, 29 de mayo de 2012

Verde blanco y negro


El sábado pasado me puse mi vieja pañoleta. No es una forma de hablar: tiene 30 años.

Para los que no lo sepan, la pañoleta es —materialmente— un triángulo rectángulo de tela con vetas de distintos colores en la franja que forman los dos catetos del polígono. Tanto el color de la tela de fondo como el de las franjas de color y su posición permiten diferenciar a un centro de otro. Y es que la pañoleta es un signo de pertenencia a un movimiento (Juniors) y a una parroquia concreta, además de símbolo del compromiso con Cristo y su Iglesia a través de aquél.

Les decía que me puse mi vieja pañoleta —de un centro que ya no existe, de una parroquia que ya no tiene ni templo debido, entre otras cosas, a la dejadez, la prepotencia, y la vacía voluntad de reparación de errores pasados— porque, como reza el lema de los juniors (siempre unidos), uno lo es para toda la vida, y porque el centro donde milita mi hija —que es otro, obviamente— estaba de fiesta grande.

Allí me tenían —no solo a mí, sino también a unos amigos que también fueron educadores del centro junior desaparecido del que les hablaba, y a mi mujer— con nuestras desgastadas pañoletas de fondo verde y franjas negra y blanca, rodeados de decenas de brillantes y nuevas pañoletas de fondo amarillo y franjas negra y roja... Lo cierto es que nuestra franja negra ya es gris y nuestro blanco ya no lo es tanto.

Quizá cogido por los pelos, observar mi pañoleta me hizo pensar.

martes, 22 de mayo de 2012

Privilegiados


Hay momentos y momentos. Días, temporadas, en los que te encuentras bien, a gusto con la vida y el mundo, y otras en las que prefieres no pensar para no tener que preguntar un porqué cuya respuesta quizá está demasiado cerca e intuyes que no va a ser de tu agrado. Nos cuesta darnos cuenta de que, en realidad, somos unos privilegiados.

Cuando todo nos va bien, somos privilegiados. No porque se cumplan nuestros deseos y expectativas, sino porque estamos en mejor posición para ayudar (amar) a los que lo necesitan y no les va todo tan bien.

Cuando todo va mal, también somos privilegiados. No porque cuando estás en el hoyo, tarde o temprano, solo se puede ir mejorando, sino porque estás en la mejor posición para ser amado... y sentirte amado.

Ése es precisamente nuestro mayor privilegio: nuestra fe en Dios. Dios que es Amor.

martes, 15 de mayo de 2012

Bueno, bonito y gratis


Parece que fue ayer... y ya ha pasado un año. En realidad, algo más, pero oficialmente, fue hace un año cuando quise hacer coincidir la fecha de publicación de la instrucción pastoral Communio et progressio cuarenta años atrás, con la puesta de largo y presentación en sociedad de una idea: poder ofrecer un lugar donde se pudiese recopilar y compartir la riqueza en forma de recursos pastorales que existe en nuestras parroquias, grupos y comunidades de todo tipo.

Pasado este año sólo puedo afirmar que el objetivo está lejos de agotarse. Quizá no toca, no sea el camino adecuado o, simplemente, no sea tan buena idea. A lo mejor sí se está cumpliendo, pero no como yo había pensado.

Lo cierto es que nunca me fijé metas en forma de número de visitas, colaboradores o contenidos. Pero aún así, las cifras cantan: casi veinte mil visitas en un año y un grupo de colaboradores entregado que no ha crecido, pero que ha cumplido sobradamente en algunos casos, o que sigue siendo eterna promesa, en otros. Gracias a todos y a cada uno.

Hace unos días no sabía explicar lo que quiero decirles. Disculpen, porque hoy tampoco sabré hacerlo. Los sentimientos, es lo que tienen...

martes, 8 de mayo de 2012

Antes de nacer


Hasta hace dos meses no existía un rito oficialmente aprobado para ello, pero desde el pasado 26 de marzo, este año festividad de la Encarnación, ya no es así. ¡Más vale tarde que nunca!

A iniciativa de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB), la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede ha dado su aprobación al nuevo rito de "Bendición de un niño en el útero".

El Cardenal Daniel Di Nardo, secretario del Comité de actividades Provida de la Conferencia episcopal norteamericana, manifestó su alegría al comunicar la noticia: "Estoy impresionado por la belleza de la vida humana en el útero", comentó. "No podría pensar en un mejor día para anunciar esta noticia que la fiesta de la Anunciación, cuando recordamos el ‘Sí’ de María a Dios y la Encarnación de ese Niño en ella, en ese útero, que salvó al mundo".

martes, 1 de mayo de 2012

A la sombra de NAO Valencia


Para el cristiano existe un único Camino, pero muchos calzados. Cada persona tiene sus preferencias. Y cada etapa del camino, quizá, también condiciona la elección de zapatos...

El pasado sábado —y hasta casi el amanecer del domingo— celebramos en Valencia, por segundo año, un evento muy especial. Distinto. Muy nuestro. De una generación. Viejo y permanentemente nuevo. Noche y Arte en Oración (NAO).

Lo decía al principio. Cada cual tiene su estilo, pero para todo un grupo de personas que, con mayor o menor generosidad, transitamos la cuarentena, dejarse arropar por la noche y construir oración comunitaria desde el compartir manifestaciones artísticas de todo tipo, es lo nuestro. Lo más natural. Lo que nos sale de dentro.

El Sr. Arzobispo, D. Carlos Osoro, que estuvo con nosotros durante un rato antes de comenzar y durante la primera parte del concierto previo a la vigilia, atinó con la esencia de la NAO sin apenas conocerla. Quizá porque en realidad todos buscamos lo mismo; quizá porque el camino es el mismo; quizá porque, en el fondo, sólo cambian los zapatos y el vestuario.

martes, 24 de abril de 2012

Liturgia para todos


Mi vecino de columna —IO— escribía el viernes pasado que esta sociedad no sabe muy bien qué hacer con los niños, transformados en molestia para la comodidad de nuestras vidas, nuestros planes, metas o deseos...

Y les escribía yo previamente, el pasado martes, aprovechando las declaraciones del cardenal Ravasi al respecto, sobre la importancia y cuidado de las homilías y su capacidad para “conectar” con las personas.

La pregunta me vino a la mente de forma inmediata: ¿acaso en la Iglesia no hacemos algo parecido a lo que ahora se proponen algunas compañías aéreas?

Durante mucho tiempo, en los templos de nueva construcción se habilitaron zonas —normalmente acristaladas, cerradas e insonorizadas— para que niños pequeños y familias con bebés pudieran estar presentes —lo siento, pero me reservo el utilizar el verbo “participar”— en las distintas celebraciones litúrgicas. La verdad es que no parece muy diferente a separar el pasaje de un avión en zonas “estancas” de la aeronave.

Mejor solución podría ser la adoptada en muchas parroquias: las “misas de niños”, a las que se invita también a sus familias. Pero esto no deja de ser otra separación en el seno de la comunidad parroquial que empobrece su contacto inter-generacional. Quizá por eso —seguro que se han fijado— las “misas de niños” son frecuentadas por personas mayores a las que les gusta la alegría de sus cantos y la frescura de sus expresiones.

martes, 17 de abril de 2012

Diez minutos


Ante todo, discúlpenme por si algún sacerdote piensa que pretendo darle lecciones. Ni es mi intención, ni me siento capacitado para hacerlo, ni pongo en duda su propia preparación y formación...

Dice el presidente del Pontificio Consejo para la Cultura, el cardenal Gianfranco Ravasi, que la duración “base” de una buena homilía debe situarse en torno a los diez minutos, aunque es cierto que “todo depende de cómo uno sepa comunicar, porque el tiempo es relativo”.

Mi puntual experiencia docente me ha enseñado que, en realidad son muchos los factores que pueden influir en la capacidad de atención de un grupo de personas: condiciones ambientales, subjetivas referentes al público destinatario, sobre todo sus motivaciones, e incluso hasta el tono de voz y el tema. Resulta un hecho comúnmente admitido que más allá de los veinte minutos nuestro cerebro comienza a desconectar y “entretenerse” en otras cosas.

martes, 10 de abril de 2012

No es por menospreciar


No. No vayan a creer. Estoy convencido que cada tiempo tiene su “aquél” y que cada generación sus formas de vivir con intensidad la fe. No me cabe duda. Pero será por la cercanía de los 50 —aunque aún me faltan mas de dos años—, la casualidad, o una tertulia de domingo con viejos amigos, con una guitarra entre las manos y recordando viejas canciones... y lo que va pegado a cada una de esas melodías.

El caso es que ayer por la tarde me puse a rebuscar por Internet sin demasiadas expectativas. Un tiro al aire, y lo que encontré fue una auténtica ráfaga. Tenían que habernos visto a mi mujer y a mí, con los cascos puestos, devorando momentos de nuestra historia, cantando como posesos y echando de menos todo aquello. No por volver a vivirlo, sino porque nuestra hija no ha tenido oportunidad de hacerlo. De ahí el título, y las primeras líneas de este artículo.

Soy de la generación que vivió su “veintena” en la segunda mitad de los 80 y principios de los 90. Y no sé si es porque Dios los cría y ellos se juntan, pero las guitarras casi que nos acompañaban a todas partes. La música llenaba buena parte de nuestras vidas. Algunos hicimos nuestros pinitos: espectáculos musicales, festivales, verbenas, actuaciones, composiciones y hasta grabaciones de nefasta calidad...

Creo que fuimos muy afortunados, que no hemos dado suficientes gracias a Dios y a los que nos rodeaban por aquellos años llenos de creatividad, de ilusión, de intensidad... Nunca he sido de gran espiritualidad contemplativa, pero en aquella época nos podíamos quedar una noche entera tirados en el suelo en una capilla improvisada con nuestras guitarras y canciones. O en torno a un fuego aclarando nuestras voces con mistela.

martes, 27 de marzo de 2012

Huelgas


Escribo a dos días de la huelga general en España. Ignoro cuál será el resultado: si los trabajadores se habrán echado a la calle con pleno convencimiento, por dejarse llevar o porque no les han dejado otra opción los piquetes informativos. MI experiencia en otras ocasiones ha sido la de ver y saber que muchas empresas y sus empleados seguían trabajando con las cortinas bajadas. ¡Y no porque los empleados quisieran ir a la huelga y les hayan coaccionado, sino por todo lo contrario!

No quiero pronunciarme sobre si hay motivos o no para la huelga, para esta huelga. Ni sobre su idoneidad, o si realmente sirve para algo. Estoy convencido de la existencia de empresarios desaprensivos que se aprovecharán de la situación. Pero también conozco casos de trabajadores especialistas en “bajas” que prefieren no trabajar y cobrar. Y tampoco tengo claro cómo una huelga puede ayudar a encontrar empleo a cinco millones de parados.

Si ha llegado el momento de apretarnos el cinturón e incluso hacer algún agujero más en el mismo, pues habrá que hacerlo. Todos. Justa y equitativamente. Unos más, y otros menos. Pero si empezamos con la espiral del “es que lo mío es más importante que lo tuyo” siempre encontraremos a alguien que argumente eso mismo sobre cada nuevo asunto importante una y otra vez. Si te empeñas en ponerte arriba, siempre habrá quien quiera estar más alto...

Pero no era de esa huelga de la que quería hablarles, sino de otras muchas huelgas. Y mucho peores. Y más cotidianas...

martes, 20 de marzo de 2012

Lo que queda al final

Leía el otro día una breve historia. Hablaba de una cantante de ópera que un día comenzó a perder la voz y a sentir molestias en la garganta. Operarla era cuestión de vida o muerte. No había otra opción, pero el precio era devastador. Los médicos así se le dijeron: 

— Ya no podrá usted cantar y ni siquiera hablar jamás. 

Ella lo había sido todo. Todavía lo era. Estaba en lo más alto y todavía no se vislumbraba el techo de su pasión y de su arte. Abandonar todo aquello que había sido en vida, todo aquello a lo que había entregado y consagrado su existencia...

Cualquiera hubiera clamado contra Dios, contra su suerte, contra el destino, contra todo y contra todos. Y cualquiera hubiera entendido su reacción.

martes, 13 de marzo de 2012

Paciencia


Lo confieso públicamente: la paciencia no es una de mis virtudes. Al menos, una cantidad significativa de la misma. Tampoco es que no tenga nada, ni que todas mis reacciones sean fruto de la ira, aunque a veces puedan parecerlo. Vehemente que es uno...

Lo intento, pero me cuesta. No me resulta natural. Necesito siempre “llamar” racionalmente a la escasa dosis de paciencia que corre por mis venas. Casi nunca es la primera opción, la espontánea. Ni de cara al otro, ni de cara a mí mismo.

Me resulta complicado repetir algo hasta la saciedad y que no te hagan caso. O explicar un concepto a la misma persona día tras día para darte cuenta que nunca lo ha entendido. Quizá porque le sobrepasaba. Quizá porque nunca has sabido explicarte. Quizá, por una combinación de ambas. Lo peor es que al día siguiente vuelves a explicárselo dando por sentado que no va a entenderte. ¡Y eso es muy malo!

Y es que la paciencia tiene mucho que ver con la esperanza. Si estás convencido firmemente no hay motivo para la impaciencia. Si sabes que tarde o temprano tus esfuerzos servirán para algo tendrás la paciencia suficiente para insistir una y otra vez. Sin desaliento. Sin cansancio. Sin crispación.

No sé si es causa o efecto, pero la impaciencia y la desesperanza caminan de la mano.

martes, 6 de marzo de 2012

Poco o nada


¿Se han parado a contar cuántas horas tiene una semana? No se molesten. Ya se lo digo yo: ciento sesenta y ocho. Seamos generosos y restemos nueve horas diarias para dormir. Todavía nos quedan ciento cinco. La misa dominical supondría menos de una de esas ciento cinco horas. Menos de un 1% de nuestro tiempo semanal consciente (o al menos despierto). Y aún así, a veces fallamos a esta pequeña cita con Dios y con los hermanos. Hay veces que le dedicamos poco, o nada...

Cuando nuestra vida religiosa en comunidad es simplemente una alternativa a otros planes, cuando sólo se acude si no se tiene otra cosa mejor que hacer, si cuando surge algún conflicto horario justificado siempre cede la misma actividad, ¿dónde está nuestro compromiso? ¿Dónde, la necesidad? ¿Dónde, nuestro amor a Dios? ¿En qué cuneta quedó abandonado? ¿O es que nunca hubo un compromiso real, una necesidad real, un amor real? Poco, o nada...

No se trata sólo de no tener tiempo para Dios, sino de tenerlo para Él en compañía de nuestros hermanos. No rezamos “Padre mío”, sino “nuestro”.

martes, 28 de febrero de 2012

La esperanza de Dios


Llevo varias semanas saludando cada nuevo día, de lunes a viernes, con una breve reflexión en Facebook y Twitter. La verdad es que mi presencia en ambas redes podría describirse como “de perfil bajo”. Apenas poco más que esas reflexiones diarias y los avisos de actualización de esta web. No es un gran bagaje, lo sé. Tampoco pretendo miles de seguidores o amigos.

Les cuento esto porque este lunes me sorprendí a mí mismo con una pequeña idea. No es la primera vez que me ocurre. ¡Sí! ¡De vez en cuando tengo ideas, oigan!

Lo cierto es que mientras espero en el coche a que sea una hora prudente para entrar a trabajar (cosas de tener que aparcar en el centro), me gusta compartir una pequeña reflexión con quien quiera escuchar. A veces el verbo es más florido e inspirado, y otras parece un puzzle relleno por compromiso. En ocasiones cuesta hablar de algo, y en otros momentos la frase amanece contigo al abrir los ojos. No digo que sea Dios quien me susurra al oído. No creo ser su portavoz autorizado, ni un profeta a la antigua usanza. ¡Ojalá tuviera con Él tan buenas y fluidas relaciones! No doy el perfil. No sería una buena elección, aunque, ¿quién soy yo para saberlo?

martes, 21 de febrero de 2012

Fraternidad


¡Qué gran programa el de Juan Manuel de Prada en Intereconomía las tardes de domingo! “Lágrimas en la lluvia”, se llama, sin duda en referencia a la famosa frase con la que el replicante (Nexus 6) de Blade Runner cierra su vida...

A Juan Manuel de Prada se le podrán decir muchas cosas. A veces, a causa de su profundo conocimiento y sabiduría, puede resultar hasta pedante. No le conozco en persona para saber si lo es. Pero lo cierto es que nadie podrá negarle su actitud de católico “a puerta gayola”, con la etiqueta en la frente y por delante. Sin complejos.

Este domingo le escuchaba, en un momento de su intervención, comentando los tres ideales de la Revolución francesa. En concreto, sobre una “fraternidad” que intenta desentenderse de la “paternidad”. Y todo ello, en vísperas de la Cuaresma, me hizo pensar...

martes, 14 de febrero de 2012

La pregunta


Déjenme plantearles unas sencillas preguntas. En realidad, es solo una pregunta repetida. Y como no tienen que contestar en voz alta o por escrito —salvo si lo desean— ahórrense engañarse a sí mismos...

Imaginen que la empresa donde trabajan está pasando dificultades. O al menos, eso dicen los jefes, lo que es su discurso habitual cuando hablan con sus empleados. Y eso, cuando tales conversaciones no son veladas amenazas para intentar estirar las condiciones laborales a su favor.

Pero el caso es que, con la que está cayendo y se ve, lo de las dificultades esta vez probablemente sea cierto. Habrá quien intente aprovecharse de la situación, pero ninguna empresa —excepto Apple— está ganando hoy más que hace un año.

Así pues, sigan imaginando —quizá no demasiado— que la empresa donde trabajan tiene dificultades y sus gestores están pensando en optar por el camino más fácil: recortes de personal...

martes, 7 de febrero de 2012

La importancia del formador


¿Cuántas veces echamos de menos mayor preparación en los responsables de formación en nuestras parroquias y comunidades? ¿Cuántas veces nos contentamos con la buena voluntad?

Es cierto que el Espíritu Santo es muy capaz de actuar incluso a través de nuestra inexperiencia y hasta ineptitud. Pero para eso hay que dejarle hacerlo y no siempre nos reconocemos necesitados de su ayuda.

Se celebra estos días en Roma, organizada por la Universidad de la Santa Cruz, una semana de estudio y debate dirigida a los formadores de seminarios, con el fin de “reflexionar sobre cómo tiene que ser estructurado el gobierno del seminario para responder a los desafíos actuales, donde no falta una secularización incluso agresiva, y para encontrar propuestas adecuadas”.

martes, 31 de enero de 2012

Yo y nosotros


Un “twittero” al que sigo reprodujo ayer unas declaraciones de José Luis Sampedro difundidas a través del Twitter de un programa televisivo que me niego a ver por razones de salud mental.

El caso es que, aprovechando la que cae, el pensador Sampedro afirmaba que “nos han educado para ser productores y consumidores pero no para tener pensamiento propio”. La frase parece tener bastante sentido. ¿O no?

Pues me temo que no tanto.

Miren, para empezar, me rechinan las culpabilidades anónimas de la sociedad en que vivimos: los vicios de esta sociedad son también los míos, porque yo colaboro libremente a su mantenimiento y extensión. No somos ajenos a la sociedad. En realidad, nadie nos educa: aprendemos solos. De lo que vemos, y de lo que hacemos.

martes, 24 de enero de 2012

Unidad de los cristianos


Concluye mañana la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Una llamada anual al ecumenismo y a la reconciliación de las iglesias, a cumplir el deseo de Dios de que todos seamos uno, como el Padre y el Hijo son uno...

Destacaba Benedicto XVI este año con especial énfasis un aspecto que me parece esencial: la tan deseada unidad no puede depender de voluntades y manos humanas. O dejamos trabajar a Dios en nuestros corazones para que esto sea posible, o simplemente tocará seguir esperando. Tocará seguir arrastrando un pecado de soberbia que, en el fondo, fue la base del pecado original.

Como Adán y Eva, cada una de las ramas surgidas del único tronco que es Cristo pretenden conocer los secretos del árbol del bien y del mal. Y, además, de forma exclusiva y excluyente. Cada una de ellas se cree en posesión de la única verdad, de la auténtica revelación, del único camino o método.

Porque Dios tiene perdón para todo, porque si no, esto sería imperdonable...

martes, 17 de enero de 2012

Twitter y Facebook


Nos incorporamos. De una forma incipiente y balbuceante. Quizá hemos tardado un poco. Iremos aprendiendo y mejorando. O al menos, ésa es la idea.

Desde esta semana tenemos cuenta en Twitter y en Facebook. De momento, presencia y poco más. Pero eso no nos basta. Queremos sacarle partido a las redes sociales. Con vuestras ideas y colaboración lo intentaremos.

De momento, en Twitter, a través de la cuenta @crearparacreer os mantendremos informados de cada actualización de contenidos que se produzca en esta web. Además, intentaremos dejar una pequeña reflexión cada mañana para encarar el nuevo día. Es muy poco, pero es un comienzo.

Facebook, ahora mismo, es una incógnita, aunque con opciones de futuro. No el servicio, sino nuestra presencia en él. Quizá en un tiempo no muy lejano utilicemos la red social para alojar los blogs de la página, dejando ésta sólo como fuente de recursos. De esta forma vuestra participación podría ser más fácil y amplia. El tiempo dirá si éste es el camino, pero lo que está claro es que antes de finalizar junio habrán cambios importantes.

martes, 10 de enero de 2012

El descanso cristiano


Ahora que acaban de terminar las vacaciones de Navidad —quien las haya tenido, claro— quisiera contarles una anécdota a modo de reflexión.

Cuentan que esta historia le ocurrió a San Juan Evangelista, el discípulo amado,  durante su estancia en Éfeso en compañía de la Virgen María...

Habla de un cazador que, movido por la fama del Apóstol, se adentró en el bosque con intención de encontrarle. Cuando lo hizo, le halló recostado sobre una roca con una liebre en su regazo, que se dejaba acariciar mansamente.

Cassiano —que éste era el nombre del cazador— se sorprendió de aquella actitud de descanso. Estaba convencido que San Juan estaría predicando, anunciando el Evangelio, rodeado de gente.

— ¿Eres tú ese Juan cuya insigne fama y celebridad habían suscitado en mí tan gran deseo de conocer? ¿Por qué, pues, te entretienes en tan fútiles diversiones?

martes, 3 de enero de 2012

¿Qué le llevamos al Niño?


Acabamos de cambiar de año. Lo típico: propósitos, retos, metas. Como si el simple e imparable avance del tiempo fuese suficiente excusa. Porque, en realidad, hoy sólo es el día siguiente a ayer, como lo fue el domingo uno de enero respecto al sábado 31 de diciembre.

Tiempo de cambios. Y bienvenidos sean, si son para bien.

Pero no deberíamos olvidar que el principal cambio, en nuestros corazones, no puede estar supeditado a una fecha y puede tener lugar en cualquier momento. Es más, debería producirse en cada momento de nuestras vidas.

Dicho de otra manera: cualquier momento es propicio para agradar a Dios, para agradecer a Dios, para someterse a Dios.

En vísperas de los Reyes Magos, ¿no sería mejor enfocar nuestras promesas y compromisos de año nuevo hacia un pequeño Niño, Señor de todo tiempo? ¿No tenemos nada que ofrecerle? ¿No hay nada que podamos hacer para dibujarle una sonrisa?