En vivo y en directo. Autocrítica sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Basta de excusarse en el mundo, la vida o la sociedad. ¿Acaso no formamos parte del mundo? ¿No somos dueños de nuestra vida? ¿No somos los que sostenemos esta sociedad?
martes, 17 de julio de 2012
Aspirar a todo
A veces nos conformamos con poco, con el mínimo, y eso nos lastra y nos impide aspirar a todo. Porque es a todo a lo que estamos llamados. No a menos.
Bajar el listón supone renunciar a la excelencia. Cada vez que lo hacemos, un pequeño pedazo de nuestra alma se reseca y contrae. Como un cáncer se extiende, desgarra y resulta pesado.
Lo bueno es que, a diferencia de un árbol seco, nuestra alma es inmortal y Dios es la medicina que puede curar cada una de las cicatrices que cada renuncia deja en nuestras vidas. Lo malo es que no siempre ponemos de nuestra parte para que esto suceda. Y a veces, ni lo queremos.
A costa de renuncias y silencios terminamos acostumbrándonos a apuntar a pequeñas y cercanas metas que, quizá formen parte de un camino más largo y perfecto, pero que normalmente ocultan el horizonte, y terminan siendo sucedáneos de una vida plena.
Y así, nos quedamos en un "no matarás", cuando debería ser "ama toda vida". Nos conformamos con que nuestros hijos sean buenas personas y no les estimulamos para que sean personas santas. No alzamos la voz por no molestar, o porque damos batallas por perdidas sin ni siquiera haber pisado el campo de batalla.
Si Dios nos hizo a su imagen y semejanza fue para que llegáramos hasta Él, para que aspiráramos a todo. No para suplantarle. No para ser uno más como Él. Sino para ser perfecto como el Padre lo es. Esto es mucha responsabilidad.
En realidad, estamos "obligados" a aspirar a todo, a explotar nuestros talentos y riquezas interiores y ponerlas al servicio de los demás. Ningún "mozart" tiene derecho a esconder su música y robársela al mundo. Ni ningún "miguel ángel" puede aspirar a menos que a un "David" o a una "Capilla Sixtina". Ni ningún "beethoven", al "Himno a la Alegría". Ninguno de nosotros puede renunciar a la santidad.
En esto de ser cristiano no basta con el aprobado. Al menos, no basta con que ésa sea tu meta. En el camino te santificarás más o menos, pecarás más o menos, pero tu aspiración y voluntad, en cuanto a bondad, no deben conocer límites...
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