En vivo y en directo. Autocrítica sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Basta de excusarse en el mundo, la vida o la sociedad. ¿Acaso no formamos parte del mundo? ¿No somos dueños de nuestra vida? ¿No somos los que sostenemos esta sociedad?

martes, 31 de enero de 2012

Yo y nosotros


Un “twittero” al que sigo reprodujo ayer unas declaraciones de José Luis Sampedro difundidas a través del Twitter de un programa televisivo que me niego a ver por razones de salud mental.

El caso es que, aprovechando la que cae, el pensador Sampedro afirmaba que “nos han educado para ser productores y consumidores pero no para tener pensamiento propio”. La frase parece tener bastante sentido. ¿O no?

Pues me temo que no tanto.

Miren, para empezar, me rechinan las culpabilidades anónimas de la sociedad en que vivimos: los vicios de esta sociedad son también los míos, porque yo colaboro libremente a su mantenimiento y extensión. No somos ajenos a la sociedad. En realidad, nadie nos educa: aprendemos solos. De lo que vemos, y de lo que hacemos.

Además, aprender a producir y consumir no es algo moderno ni propio del capitalismo. Desde que el hombre comenzó a cultivar la tierra y criar animales se ha dedicado a producir y consumir. Así que no creo que sea este el problema.

Y tampoco creo que la cuestión radique en que no se nos haya educado para tener pensamiento propio. En realidad, lo que hacemos es apropiarnos de todo, incluidos los pensamientos ajenos. Todo con tal de no pensar. ¡Pero si nadie lee las advertencias en al pantalla del ordenador antes de darle al “OK”! Me temo que hay, al menos, la misma proporción de voluntad en unos de imponer el pensamiento único, como en otros de no querer pensar, que eso cansa.

¿Saben cuál creo que es una de las bases de nuestros problemas? Yo. No mi persona, sino cada uno de los seres humanos que habitamos este planeta. Cada uno de esos “yo”. Nos hemos vuelto incapaces de vivir el “nosotros”. Lo hemos confundido con la suma, más o menos voluntaria o accidental, de muchos “yo”. Pero hemos vaciado de contenido el “nosotros”. Nos hemos olvidado de su significado. No forma parte de nuestras vidas.

Les pondré un ejemplo. El sábado estaba en al misa para niños de la parroquia. Como siempre en la misa de niños —y no tengo muy claro el porqué— el sacerdote no utiliza la plegaria eucarística normal, sino unas hojas mecanografiadas y fotocopiadas. Me temo que la ortodoxia litúrgica nunca ha sido un plato fuerte de esta comunidad, pero eso es otra cuestión. Tampoco la adecuación de los textos al lenguaje infantil, porque tampoco. Y ni siquiera las matemáticas, porque con una o dos hojas por banco (como máximo) la cosa no da para mucho.

El caso es que, como llegué con tiempo suficiente para poder elegir asiento, lo hice al lado de una de estas hojas. A punto de comenzar la celebración, llegó una mujer mayor con su marido y se sentó a mi lado...

Cuando llegó el momento de la plegaria eucarística, alargué mi brazo hacia ella sosteniendo la hoja para que pudiésemos leer los dos, y le indiqué con un dedo por dónde estaba leyendo el sacerdote.

La buena señora agarró la hoja, me la quitó de las manos, se la llevó a un palmo de su cara y, si consiguió leer algo, lo hizo con voz tan baja que no pude oírla... Creo que todavía ni se ha dado cuenta.

Yo... Nosotros... ¿Se dan cuenta ustedes de lo que les digo?

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