En vivo y en directo. Autocrítica sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Basta de excusarse en el mundo, la vida o la sociedad. ¿Acaso no formamos parte del mundo? ¿No somos dueños de nuestra vida? ¿No somos los que sostenemos esta sociedad?

martes, 5 de junio de 2012

Soluciones


Puede no ser inmediato. Puede tardar más o menos tiempo. Puede que sea una forma sutil y desapercibida, pero cuando sacamos a Dios de nuestras vidas nos encaminamos irremediablemente hacia el precipicio. Lento o rápido, pero inexorablemente.

En el Encuentro Mundial de las Familias de Milán, el pasado fin de semana, Benedicto XVI invitó de nuevo a la esperanza. Y no lo hizo con palabras nuevas. Ni con provocativos titulares. Lo dijo como siempre lo ha dicho la Iglesia, como lo aprendieron los primeros cristianos del propio Jesucristo: el amor “es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo”. La solución es el amor. ¿Hay algo más provocativo y radical? ¿Hay palabras que puedan sonar más nuevas en el mundo que vivimos? ¿Hay mayor grito de esperanza?

Esperanza, sí, porque en “amor” todos podemos ser ricos. Todos tenemos la inmensa capacidad de amar. Incluso hasta la muerte si fuera necesario, aunque muy pocos serían capaces de llegar tan lejos. Podemos amar. De verdad. Sin condiciones. Sin sombras. Sin dudas. Sin plazos. Sin dobles intenciones... ¡Y podemos ser amados! De hecho, lo somos. Dios entregó a su hijo por nosotros. Cada día, miles de personas a las que ni conocemos ni nos conocen nos aman a través de la oración. Cada minuto alguien, en este mundo, hace algo por nosotros. Somos amados... y podemos sentirlo.

¿Cuál es el problema, entonces? ¿Por qué tanto miedo? ¿A qué viene ese temor, esa desesperanza? ¡Si lo peor que te puede pasar es la muerte y ésta es inevitable!

Dice el Papa que “el amor es lo que hace de la persona humana auténtica imagen de Dios”. En cierto modo —disculpen si es una barbaridad— nos da el poder de Dios. O mejor, es un reflejo de su Espíritu que vive en nosotros, una consecuencia de un único Amor: el suyo.

Con amor, un gerente ni despide ni amenaza, sino que se rebaja el sueldo. Con amor, un compañero no lamenta la marcha de otro, sino que ofrece una parte de su salario para que el otro conserve su empleo. Con amor, si es necesario, hasta se trabaja gratis durante un tiempo. Con amor, todos los platos tienen carne y lentejas, todas las cabezas un techo, todos los pies calzado y todos los cuerpos, abrigo. Con amor, al alma, nunca le falta alimento, ni combustible a la esperanza.

No nos contentemos con sobrevivir, con mantenernos a flote aferrados a maderas cada vez más empapadas y pesadas que, en realidad, impiden nuestro vuelo. No nos quedemos en denunciar y señalar culpables. Exige, pero comienza contigo mismo. Se generoso en tu penuria, porque ésa es tu riqueza.

Créelo. El amor es la única fuerza que puede cambiar el mundo. Créelo, porque ése es posiblemente el problema: que no terminamos de creerlo. Poco a poco hemos ido apartando a Dios —el Amor— de nuestras vidas y ahora nos cuesta tomarle en serio, aceptar su propuesta, la única solución a todos los problemas...

No hay comentarios:

Publicar un comentario