En vivo y en directo. Autocrítica sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Basta de excusarse en el mundo, la vida o la sociedad. ¿Acaso no formamos parte del mundo? ¿No somos dueños de nuestra vida? ¿No somos los que sostenemos esta sociedad?

martes, 12 de junio de 2012

Por el suelo y pisoteados


Leyendo el Evangelio de hoy y viendo el clima anticlerical y la “fama” que buena parte de la sociedad cuelga a la Iglesia —lo siento, pero en este aspecto no deberíamos hacer distingos entre jerarquía y resto del pueblo de Dios— uno no puede dejar de preguntarse sobre nuestra propia responsabilidad en ser arrojados al suelo y pisoteados. Uno no puede dejar de plantearse si, además de por desconocimiento, odio y cualquiera otra causa injusta, esto no ocurre, también, porque nos hemos ido convirtiendo en sal que no sazona, que ha perdido, como mínimo, parte de su sabor.

En un mundo —miren a su alrededor— necesitado de Dios más que nunca, uno se pregunta si tanto ataque a la Iglesia es solo una consecuencia de esa lejanía de Cristo, o si no somos nosotros mismos, Iglesia, también un poco causa de ese distanciamiento.

Hablar es fácil. Pero nuestro anuncio no se basa solo en palabras. Como Cristo, Verbo, esas palabras hay que encarnarlas, convertirlas en hechos. De forma tajante, radical y completa. Comúnmente, lo que siempre se ha dicho: predicar con el ejemplo. Pero no de forma pasajera o superficial. No es cuestión de gestos, apariencia o publicidad. No evangelizaremos con declaraciones, manifestaciones o apariciones en los medios de comunicación. No, al menos, solo con eso. O la Palabra que anunciamos se encarna en nosotros, hasta en la última molécula de nuestro ser, o nos arriesgamos a ser cada vez más sal con menos sabor.

Y lo de menos, en este caso, será que nos arrojen al suelo y nos pisoteen. Lo peor es que habremos fallado a Dios.

Hablar es fácil, sí. A veces, incluso demasiado. En ocasiones es preferible el silencio, conservar las palabras, guardarlas y meditarlas en el corazón. ¿Cuándo nos daremos cuenta de que hay palabras que las carga el diablo? Sobre todo cuando no muestran toda la Verdad, cuando no señalan el verdadero Camino, y cuando no son fuente de Vida eterna. ¿Cuándo nos daremos cuenta que nuestro anuncio no necesita de “slogans” o titulares llamativos, que nada de lo que hagamos o digamos sirve si no nos dirigimos al corazón y dejamos actuar a Dios?

¿Cuándo asumiremos que el sabor es más importante que la sal?

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