En vivo y en directo. Autocrítica sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Basta de excusarse en el mundo, la vida o la sociedad. ¿Acaso no formamos parte del mundo? ¿No somos dueños de nuestra vida? ¿No somos los que sostenemos esta sociedad?

martes, 6 de marzo de 2012

Poco o nada


¿Se han parado a contar cuántas horas tiene una semana? No se molesten. Ya se lo digo yo: ciento sesenta y ocho. Seamos generosos y restemos nueve horas diarias para dormir. Todavía nos quedan ciento cinco. La misa dominical supondría menos de una de esas ciento cinco horas. Menos de un 1% de nuestro tiempo semanal consciente (o al menos despierto). Y aún así, a veces fallamos a esta pequeña cita con Dios y con los hermanos. Hay veces que le dedicamos poco, o nada...

Cuando nuestra vida religiosa en comunidad es simplemente una alternativa a otros planes, cuando sólo se acude si no se tiene otra cosa mejor que hacer, si cuando surge algún conflicto horario justificado siempre cede la misma actividad, ¿dónde está nuestro compromiso? ¿Dónde, la necesidad? ¿Dónde, nuestro amor a Dios? ¿En qué cuneta quedó abandonado? ¿O es que nunca hubo un compromiso real, una necesidad real, un amor real? Poco, o nada...

No se trata sólo de no tener tiempo para Dios, sino de tenerlo para Él en compañía de nuestros hermanos. No rezamos “Padre mío”, sino “nuestro”.

Y aún así, decimos que no tenemos tiempo. O que se lo dedicamos en otro momento. Pero eso no es verdad. Ni lo uno, ni lo otro. Para lo que verdaderamente nos interesa siempre encontramos los minutos necesarios. Cuando queremos, siempre hallamos lugares y espacios de encuentro. Pero para Dios, ya nos hemos acostumbrado, poco o nada...

De verdad, si la muerte pisa esta noche tu huerto, ¿estás preparado? Con el corazón en la mano, sonreirá Dios al verte, se iluminará su rostro, sobrevivirá tu alma? Poco, o nada...

¿De qué sirve ganar el mundo, si pierdes tu vida? De poco, o de nada...

Puede que pienses que ya es tarde. ¡Que no te sirva de excusa! Deberías saber —todos deberíamos— que sólo llega tarde aquél que nunca se puso en camino. Los minutos de Dios no son como los nuestros. Su paciencia no se acaba.

¡Levántate y camina! No le importará de dónde vienes. Ni dónde has estado. Ni cuánto has tardado...

No hay comentarios:

Publicar un comentario