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martes, 24 de mayo de 2011

Razones para amar


En un calendario de una orden religiosa, en el mes de marzo, se lee la siguiente frase: “No nos tendrían que preocupar las raíces, sino los frutos”. Quiero pensar que la cita pretende hacer referencia a que podemos y debemos trabajar codo con codo junto a quienes, incluso desde diferentes convicciones religiosas, persiguen los mismos fines. Lo que sucede es que no tengo tan claro que podamos tener los mismos fines. Al menos, a largo plazo.

Supongo que los frutos son importantes. No lo supongo, lo sé. Por sus frutos los conoceréis... Pero también el mal da frutos e incluso pueden tener apariencia de buenos, así que me parece que el tema de las raíces también debe tener su importancia, ¿no? De hecho, un buen puñado de flores venenosas son bellas y llamativas. La maldad no se anuncia como malvada en carteles luminosos.

Es innegable que la buenas obras tienen un valor intrínseco por su bondad. También es cierto que Dios puede escribir con renglones torcidos y sacar bien del mal (aunque eso me parece que sólo está a su alcance). Pero creo que para los cristianos, las razones de esas buenas obras son importantes. Esenciales.

Probablemente, la fe sin amor es palabrería y buenas intenciones. Eso dice San Pablo. Pero el amor sin fe tampoco vale; no es amor verdadero. Y eso también lo dice San Pablo.

Nuestra razón para amar es Dios mismo. La raíz de nuestras obras es nuestra fe y esperanza en Dios. El fin de nuestros frutos no son los frutos en sí, sino la gloria de Dios, acercar al otro y a nosotros mismos a Dios.

No es que debamos ser “buenos” para salvarnos, porque la salvación viene de Dios y se nos ha dado. Nuestros frutos deben ser buenos porque nuestras raíces se hunden en el amor de Dios. Y efectivamente, en eso doy plena razón al calendario. Debemos preocuparnos de nuestras acciones, porque ellas nos darán medida de nuestro amor. Pero también debemos preocuparnos de que los motivos son los adecuados.

Cito de memoria y sin comprobar un viejo dicho: “el corazón tiene razones que la razón desconoce”. Nosotros los cristianos deberíamos ser capaces de dar razones de nuestro amor. ¿No creen?

Definitivamente, las raíces también importan...

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