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martes, 2 de agosto de 2011

No es necesario..., pero ayuda


Llevo mucho tiempo en la parroquia intentando organizar una peregrinación a Tierra Santa. Ya he estado y creo que a todo cristiano le vendría bien la experiencia. Quizá no sea necesario visitar los Santos Lugares por los que Jesús transitó en vida, pero ayuda a conocerle mejor.

Argumentan muchos que eso es simplemente turismo, que es caro, y que el dinero que cuesta es mejor reservarlo para obras de caridad. Probablemente tienen parte de razón.

Es cierto que muchas personas viven de las peregrinaciones cristianas a Tierra Santa. En concreto, bastantes palestinos cristianos y, por supuesto, todos los religiosos —especialmente los franciscanos, que son mayoría— que cuidan y protegen aquellos santuarios que son parte de nuestra historia cristiana.

También es cierto que es caro, pero es que viajar se ha convertido en un lujo no barato. y más con la crisis que está cayendo. Dedicar ese dinero a obras de caridad entre los más cercanos puede ser una buena alternativa. Sólo que la mayoría de las veces, ese dinero o buena parte de él, se destina al más cercano de todos: a uno mismo.

También hay argumentos pastorales en contra de estas peregrinaciones: no hay que viajar a ningún lado para descubrir a Jesús. Además, toda la Tierra es santa y labor nuestra es ayudar a santificarla con nuestra vida. Seguro que también tienen razón.

Pero, ¿saben una cosa? Con pobreza de corazón, Tierra Santa es una experiencia que marca. Pisar la Tierra que Cristo pisó te hace comprender y asumir la grandeza de un Dios que se hace Hombre para poder entrar en contacto personal, de tú a tú, con cada uno de nosotros.

El nuestro no es un Dios de ideas, de teorías, de política. El nuestro es un Dios que sale personalmente a nuestro encuentro, que habla, que abraza, que acoge, que besa. Nuestra adhesión es con la persona y no sólo con su mensaje. Ni principalmente con este último. Por eso es tan importante la experiencia de encuentro personal con Dios. Por eso es tan importante la Eucaristía, la oración y el resto de celebraciones.

Me gusta pensar que, a través de las piedras, uno puede llegar a “tocar” a Dios-Hombre, a Dios encarnado en ser humano. Y que a través de esa humanidad de Dios —que es como la mía— uno puede llegar a sentir y captar la esencia de Dios. Y para esto, quizá viajar a Tierra Santa no sea necesario, pero ayuda un montón.

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