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martes, 9 de agosto de 2011

Cosas de obispos, y cosas que no ...


Tengo un amigo al que ya conocen de oídas —más bien de leídas— que ya me ha dado pie para alguna de estas columnas. Es un tipo majo, buena persona, comprometido y, seguro, mejor cristiano que yo... Pero de vez en cuando suelta algunas “perlas” que, desde luego, no tienen desperdicio.

La última, en un contexto de conversación crítica con la jerarquía de la Iglesia (sí, es de esos que diferencian entre cristianos de base e institución) fue soltar algo así como que nunca había visto a un obispo en un acto reivindicativo de “Pobreza Cero”, pero que sí que iban al frente de la manifestación cuando se trataba de la clase de Religión... Conclusión: la jerarquía católica cada vez está más alejada de los fieles o, en el mejor de los casos, no sabe explicarse.

Creo en verdades absolutas, pero opino que son difíciles de alcanzar y de expresar humanamente y que, por tanto, en nuestras opiniones y afirmaciones siempre habrá espacio para matices, verdades y falsedades...

Lo cierto es que, probablemente, mi amigo tenga algún motivo para su afirmación. Concretamente, desconozco si es completamente cierto que ningún obispo, en ninguna parte del mundo, ha caminado tras una pancarta reclamando “pobreza cero”. Pero desde luego, lo que no es cierto, es que la jerarquía —empezando por el Papa y siguiendo por todos los obispos y sacerdotes— jamás se haya pronunciado sobre el tema y se haya puesto del lado de todos aquéllos que sufren la injusticia de la pobreza y el abandono. Jamás nadie podrá hacer esa afirmación sin mentir.

Sencillamente, al Papa no le hace falta ir tras una pancarta en una manifestación para que su voz sea escuchada y tenga eco mediático y mundial. Y para trabajar por la justicia social tampoco es necesario ir de manifestación en manifestación, sino actuar. Y me consta, porque soy testigo ocular, que los obispos que conozco, personalmente, no sólo hablan, sino que también hacen.

Al final, me temo que a todos nos convendría recordar la imagen que el propio Jesucristo dio de la Iglesia: un cuerpo con muchos miembros, todos ellos importantes en su función, necesarios y complementarios.

Me da la sensación de que, a veces, los seglares reclamamos mayores responsabilidades en el seno de la Iglesia, pero que cuando nos las dan, ansiamos la “seguridad” de ver a los pastores caminando a nuestro lado. No nos damos cuenta de que lo hacen, aunque no les veamos físicamente. Y no sólo los pastores, sino toda la Iglesia. Con el símil del cuerpo es muy fácil de entender: la cabeza no anda, son los pies quienes lo hacen, pero donde van los pies va la cabeza...

Deberíamos ser capaces de entender que cuando actuamos por la justicia desde nuestra fe lo hacemos en nombre de toda la Iglesia, y que a través de nuestra labor es como la Iglesia cumple su labor.

En realidad, es una cuestión de confianza y de funciones. Los cristianos nos repartimos las tareas, como miembros de un mismo cuerpo. No son pocos los aspectos en los que la jerarquía muestra toda su confianza en los seglares como dinamizadores y actores en parcelas importantes de la misión de la Iglesia. La lucha por la justicia social es una de ellas. Si no fuese así no tendrían sentido instituciones como Cáritas, Manos Unidas o la Acción Católica, entre otras, todas ellas en manos laicas. Y aún así, ni caminamos solos, ni sin pastores. Simplemente confían en nosotros. Como se confía en catequistas y monitores de movimientos de infancia y juventud.

Que existan causas y momentos en los que los obispos crean necesario salir a la calle acompañando manifestaciones convocadas por otros colectivos no significa necesariamente que den mayor importancia a estos temas, ni mucho menos que menosprecien otros, sino que creen necesario hacer más visible su apoyo al respeto de unos derechos que, sociológicamente, no son tan comúnmente aceptados como la erradicación de la pobreza.

Y eso, no es estar alejado de los fieles...

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