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martes, 27 de septiembre de 2011

Diario de un catequista (II)


¿Catequesis...? ¿Qué catequesis?

Vale. Ya he dicho que sí. Pero, aterrizando, ¿a qué he dicho sí? ¿Catequesis? Me suena a Catecismo. A preguntas y respuestas aprendidas de carrerilla.

Precisamente, dice el Catecismo de la Iglesia, en su número 5, "que la catequesis es una educación en la fe de los niños, de los jóvenes y adultos que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana".

Educar en la fe, doctrina cristiana, enseñanza, ... No sé yo... No me veo de maestro. Y además, en los tiempos que corren, ¿tiene sentido la catequesis? O mejor, ¿tiene cabida?
En ese primer momento quizá no eres del todo consciente. Será porque uno tiene su fe más o menos clara y su vida cristiana organizada. Será porque tiendes a pensar que todos en la Iglesia estamos en lo mismo, incluidos los chavales que se han apuntado a Catequesis. La verdad es que no tardas mucho en darte cuenta de que eso no es del todo cierto, que no hay que dar nada por sentado.

Antes de empezar no lo sabes, pero un día, de repente te encontrarás con que algunos de esos chavales —que han estado vinculados a actividades en la parroquia desde que tomaron la primera comunión, y que participan semanalmente en la Eucaristía, al menos durante los meses “lectivos” del año— no es que duden de la virginidad de María y la concepción de Jesús por obra del espíritu Santo. Es que consideran que los milagros narrados en los Evangelios sólo son metáforas, muy bonitas, por cierto. Y los hay que ni siquiera creen en la vida eterna. Lo soltarán y se quedarán tan panchos. Y de otros temas y sacramentos, mejor ni hablar. Al mismo tiempo, te dirán que quieren seguir el camino de Jesús, ¡pero que cada cual tiene que encontrar su propio camino!

Ahí cobra sentido la Confirmación y su catequesis de preparación. Porque no se trata de “confirmar” la fe que cada uno nos hemos construido y traemos de casa, sino de confirmarse en la fe de la Iglesia que es una: la revelada por Dios y transmitida en el seno de la Iglesia de generación en generación.

“Si la sal se vuelve sosa...”, decía Jesús. Sólo hace falta mirar al mundo para darse cuenta que la fe de muchas personas de Iglesia se está volviendo cada vez más insípida, que los cristianos no somos tan buenos cristianos.

Sí. La Catequesis de confirmación tiene sentido. Hoy más que nunca. Recuperar la exigencia que nace de una fe auténtica y comprometida con el mensaje radical y tajante de Cristo: “quien no está conmigo, está contra mí”. Sin medias tintas...

Pero, ¿qué tipo de catequesis? ¿Cómo competir con el mundo y sus posibilidades? ¿Por dónde empezar?

Por el Catecismo donde se encuentra expuesta de una forma orgánica y sistemática la doctrina cristiana, y por la propia coherencia de vida. Porque educar en la fe no es clase de religión, o cultura religiosa. Para transmitir la fe hay que explicarla y mostrarla, y yo no soy menos pecador que cualquiera...

¿Dónde me he metido? ¿De verdad crees que soy capaz? Espero que me eches una mano. O más de una. Porque encima, viviendo en el barrio, les veo todos los días, ¡y ellos a mí!

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