En vivo y en directo. Autocrítica sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Basta de excusarse en el mundo, la vida o la sociedad. ¿Acaso no formamos parte del mundo? ¿No somos dueños de nuestra vida? ¿No somos los que sostenemos esta sociedad?

martes, 6 de septiembre de 2011

Recemos, pues


No todo el mundo lo sabe, pero mensualmente el papa propone a todos los católicos rezar —demás de por razones particulares y genéricas— por intenciones concretas y de actualidad.

Para este mes de septiembre, Benedicto XVI nos invita a rezar “por todos los docentes, para que sepan trasmitir el amor a la verdad y educar en los valores morales y espirituales auténticos” y “para que las comunidades cristianas dispersas en el continente asiático proclamen el Evangelio con fervor, dando testimonio de su belleza con la alegría de la fe”. Sin duda, dos bellas intenciones. Dos bellos motivos para orar, y mucho...

Como dice el prefecto de la Congregación para la educación católica, el cardenal Zenon Grocholewski, “frente al relativismo que concierne a los valores y las verdades fundamentales de la vida”, debemos aspirar “a transmitir el amor a la verdad”, porque “si no se sabe lo que es el bien y el mal, si todo es relativo, entonces surge la pregunta ¿en qué educamos?”.

Son muchos los profesores que, más allá de materias y conocimientos, intentan transmitir modelos de convivencia y de amor, que intentan ser maestros de vida.

No están solos. Pero a veces sí pueden sentirse así. En ocasiones son algunos compañeros, los políticos, el centro y todo el sistema educativo. Otras, son padres que hacen dejación de sus funciones. A veces, la incomprensión de una sociedad que los ve como privilegiados.

Si importante es la labor de un cirujano, de un piloto o de un controlador aéreo, la de un maestro —no docente o profesor— lo es mucho más. Quizá sus errores no causen muertes, pero sus aciertos llegarán más lejos: sembrarán un buen futuro.

A base de arrinconar a Dios a esferas cada vez más privadas y a tiempos y espacios cada vez más encorsetados, muchos cristianos hemos olvidado el arma más poderosa para cambiar el mundo, para mejorarlo, para hacerlo más justo, más del Hombre, y más de Dios.

Esa arma es la oración.

Y si esa oración se une al modelo y ejemplo, al ser maestros de humanidad, el éxito está asegurado.

Recemos, pues, por los maestros. Los de dentro y los de fuera de aulas. Los que están dentro del sistema educativo y los que no. Los que son conscientes de su responsabilidad y oficio, y los que ni siquiera saben que, con su vida, son maestros...

No hay comentarios:

Publicar un comentario