Tres apuntes rápidos.
Primero, el nombre: Francisco. El nombre del santo del cofundador de la Compañía de Jesús, san Francisco Javier, a la que pertenece el nuevo Pontífice. Ya lo aclarará él mismo, pero podía haber escogido el nombre del compañero de san Ignacio de Loyola. Sin embargo, parece que ha preferido señalar hacia el humilde y sencillo Francisco de Asís, reformador de la Iglesia desde el corazón y la pobreza para volver a lo esencial, al origen, aquél que fue llamado a "reparar" la casa de Dios. Y tampoco podemos descartar a otro jesuita, san Francisco de Borja, o a otro gran misionero, san Francisco de Sales. En ambos casos, el santo al que debían su nombre sigue siendo el de Asís. Quizá una declaración de intenciones.
Segundo, el rezo. Dirigir el padrenuestro y rezarlo junto a los fieles que estaban en la plaza y los que estábamos allí a través de la televisión. Un gesto que habla de comunidad y de la misión del pastor. Un rezo, además, por el Papa emérito.
Tercero, la bendición. Francisco I ha querido recibir la bendición antes de impartirla, a través de la oración de todos los católicos. No ha sido la bendición del pueblo, sino la intercesión del pueblo para recibir la bendición del Espíritu, para después devolverla a la ciudad y al mundo.
Tenemos un buen Papa. Lo habríamos tenido fuese el que fuese el elegido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario