En vivo y en directo. Autocrítica sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Basta de excusarse en el mundo, la vida o la sociedad. ¿Acaso no formamos parte del mundo? ¿No somos dueños de nuestra vida? ¿No somos los que sostenemos esta sociedad?
martes, 23 de agosto de 2011
Soltarse la melena
De verdad que cada vez me gusta más este Papa. No todo el mundo —muchos de ellos, católicos— le reconocerá sus méritos, pero suceder al gran Juan Pablo II sin dejar que le echemos de menos no está al alcance de cualquiera. Pese a su físico menudo, su edad avanzada, su suave voz, éste es un gran Papa. Sin duda, el Espíritu Santo acertó con su elección.
No voy a descubrir la talla intelectual de Benedicto XVI porque es algo evidente e incontestable. De hecho, incluso muchos se valen de esta condición de “ratón de biblioteca” y lúcida mente para atribuirle una frialdad o lejanía de la realidad que no es cierta. ¿De qué les habló? Repasen las imágenes, las palabras y los gestos de la Vigilia en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid.
A Benedicto XVI, los que le queremos, le hemos visto crecer. Desde aquel humilde siervo de Dios que, casi agazapado y pidiendo disculpas, salió al balcón de la Basílica de San Pedro, al que aguantó el chaparrón junto a los jóvenes y rompió el guión en esa fantástica noche del 20 de agosto de 2011.
Benedicto XVI se “soltó la melena”, literalmente con los jóvenes. Literalmente, porque llevaba el pelo bastante largo..., pero también porque se hizo uno más entre ellos. Un pequeño y frágil anciano que mostró toda la juventud de su corazón.
Al día siguiente, el Papa regaló a los presentes y a todos nosotros también, una oración/acto de fe, a la que difícilmente se le puede añadir o quitar una coma. A los jóvenes, ante la pregunta sobre quién es Dios para ti, el Papa les propuso rezar así:
“Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios, que ha dado la vida por mi. Quiero seguirte y dejarme guiar por tu Palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de Ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone”.
Reléanla un par de veces. o cuantas quieran. Poco a poco. Frase a frase. Palabra por palabra. Éste es el mensaje de la Iglesia desde hace dos milenios. Fue la respuesta de Pedro entonces. En realidad, es la única respuesta que vale la pena. Se pueden actualizar las formas (ésta es una buena muestra), pero ¿de verdad es necesario modificar el contenido? ¿De verdad hay algo que cambiar?
Léanla una vez más y contesten: ¿no les parece que el Espíritu Santo acertó de pleno con este Papa?
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