El pasado lunes llegó a mis manos una reflexión sobre el “Padre Nuestro”. O mejor, sobre la ligereza con que a veces recitamos —más que rezar— esta oración.
Como voz que clama en el desierto llamada a despertar conciencias y mover corazones, el citado escrito decía :
“No puedo decir PADRE si no intento vivir cada día como un hijo. No puedo decir NUESTRO, si sólo vivo para mí mismo. No puedo decir QUE ESTÁS EN LOS CIELOS, si sólo pienso en las cosas terrenales. No puedo decir SANTIFICADO SEA TU NOMBRE si no lo honro. No puedo decir VENGA TU REINO si lo confundo con el éxito terrenal. No puedo decir HÁGASE TU VOLUNTAD si no la acepto cuando es dolorosa. No puedo decir EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO si no le sirvo aquí y ahora.
No puedo decir DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA si no me preocupo por los necesitados. No puedo decir PERDONA NUESTRAS DEUDAS si guardo rencores. No puedo decir NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN si deliberadamente me expongo al pecado. No puedo decir LÍBRANOS DEL MAL si no uso la armadura del Espíritu:”
El caso es que tras una primera reacción de vergüenza —de eso se trataba— por la caradura que demostramos muchas veces cuando rezamos esta oración impunemente, surgió desde mi interior otra reflexión que, de alguna manera, complementa la anterior.
Y es que creo que sí podemos decir PADRE, porque no depende ser nosotros ser tus hijos, porque ése es tu regalo, y porque aunque no te seamos merecedores, Tú, Señor, eres el padre del hijo pródigo. Así que puedo y debo llamarte PADRE, porque te necesito como tal... Y por eso también puedo decir NUESTRO, porque tu paternidad nos hace hermanos, aunque no siempre nos tratemos adecuadamente.
Puedo decir QUE ESTÁS EN LOS CIELOS, porque tu presencia todo lo llena. También puedo y debo proclamar tu SANTIDAD porque aunque ningún hombre la cantase, hasta las piedras lo harían. TU NOMBRE ES SANTO no por decirlo o gritarlo más alto. Tu nombre es SANTO incluso cuando es ultrajado.
Claro que puedo pedir que VENGA TU REINO. Y cuanto antes, viendo cómo nos va y la que está cayendo... Y que SE HAGA TU VOLUNTAD, que nos des fuerza y valor para hacerla, para que tu reino SEA EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO.
Sí creo que puedo pedirte EL PAN DE CADA DIA, nuestro alimento diario para el alma, y que PERDONES NUESTRAS DEUDAS, aunque seamos incapaces de perdonar, porque ésa, precisamente, es otra deuda. Puedo pedirte que NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN, porque soy consciente de mi debilidad, de mi necesidad de Ti para vencerla. Y por último, también puedo pedir —si es posible— que NOS LIBRES DEL MAL, porque la nuestra no es una religión masoquista que adora el dolor y el sufrimiento. Una cosa es acogerlo y aceptarlo, y otra, desearlo...
A veces se nos olvida que el “Padre Nuestro” es una oración, una petición al Padre, desde nuestra humanidad débil de pecadores, más que un juramento o proclamación orgullosa de nuestra fe. Eso es el “Credo”.