En vivo y en directo. Autocrítica sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Basta de excusarse en el mundo, la vida o la sociedad. ¿Acaso no formamos parte del mundo? ¿No somos dueños de nuestra vida? ¿No somos los que sostenemos esta sociedad?
martes, 5 de abril de 2011
¿Desconocimiento u omisión?
El día 15 de febrero saltaba la noticia en la prensa generalista. Bajo un sugerente titular —”¿Han visitado extraterrestres la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén?”— la noticia se hacía eco de un par de vídeos que circulan por Youtube y que recogerían el momento en que “una bola de luz blanca desciende lentamente sobre la Explanada (tercer lugar más sagrado para el islam), planea durante unos diez segundos sobre la dorada Cúpula de la Roca y vuelve a ascender al espacio a gran velocidad”. He preferido copiar y pegar y entrecomillarlo...
¿De extraterrestres? ¿De OVNIs? ¿De esto va hoy...? Pues no.
No soy judío. Ni pro-semita. Ni anti-musulmán. Pero hay cosas que, por desconocimiento o por omisión, claman al cielo. Para que no haya dudas, creo en el derecho de judíos y palestinos —no todos son musulmanes, también los hay cristianos (otra omisión imperdonable)— a convivir en paz en la tierra de sus antepasados. Creo en la necesidad de dos estados independientes que se respeten y reconozcan mutuamente, y que colaboren como buenos vecinos y compartan sus recursos. Sé que el tema de Jerusalén es conflictivo y de difícil solución, aunque también es cierto que es un lugar donde cohabitan —convivir es otra cosa— personas de las tres religiones implicadas sin demasiados enfrentamientos...
Dicho lo cual...
¿Por qué seguir denominando a la Explanada de las Mezquitas con ese nombre? O al menos, sólo con ese nombre. ¿Por qué no Explanada del Templo, o Explanada sobre el Monte Moriah? ¿Por qué ese empeño, además, en recordar que es el tercer lugar más sagrado para el Islam, olvidando su significado —mucho mayor— para la religión judía?
Efectivamente, en la Explanada hay dos mezquitas. Ninguna de ellas tiene un milenio de antigüedad. Es más, la más antigua (que no es la de la Cúpula de la Roca) se construyó sobre la base de una basílica cristiana que estuvo en pie unos siete siglos. Pero la explanada en sí es muy anterior. Comenzó siendo de unas dimensiones inferiores cuando Salomón construyó sobre ella el Templo de Jerusalén y se amplió a sus dimensiones actuales en tiempos de Herodes (no confundir con otros Herodes de la historia de Israel).
El Templo, para la religión judía, no es que sea el primer lugar santo. Es que es el único. Lo que les queda hoy en día de ese templo es el muro de contención de la Explanada sobre la que se asentaba. Todos conocemos ese lugar como Muro de las Lamentaciones. No hay otros templos. Las sinagogas son otra cosa, y para otra cosa...
A su vez, la Explanada se construyó sobre y alrededor de un lugar significativo para las tres religiones: el Monte Moriah, el lugar donde Abraham casi sacrifica a su hijo Isaac porque Dios se lo pidió para probar su fe. Para quien no lo sepa, Dios no permitió el crimen. No hay que dar nada por sentado.
Abraham y el Monte Moriah son los elementos significativos en el origen de esta Explanada. Los musulmanes, además, le añaden que fue en este lugar desde donde Mahoma ascendió al Cielo, aunque muchos siglos después de las construcciones judias y cristianas. Jerusalén tiene más de tres mil años. No fue fundada por los israelitas, pero ha sido judía, cristiana y musulmana. Lo sigue siendo.
La Explanada de las Mezquitas es hoy, efectivamente, eso. Pero si ése es el criterio, dejemos de llamar Palestina a lo que es Israel porque, efectivamente, el estado de Israel existe...
Lo importante de esa explanada no es lo que se ve, sino lo que no se ve, lo que está en el origen y razón de los templos que tres religiones han construido sobre ella. Y aunque hay espacio para todas, un reparto de su superficie para construir tres templos sobre ella —uno para cada religión— es prácticamente imposible. El día en que eso ocurra, probablemente, los hombres sean capaces de vivir en paz con sus vecinos...
Mientras tanto, podríamos ir poniendo un pequeño grano de arena recordando en la denominación del lugar aquello que nos une y nos es común... ¿No?
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