En vivo y en directo. Autocrítica sin tapujos, llamando a las cosas por su nombre. Basta de excusarse en el mundo, la vida o la sociedad. ¿Acaso no formamos parte del mundo? ¿No somos dueños de nuestra vida? ¿No somos los que sostenemos esta sociedad?

martes, 26 de junio de 2012

Si quieres vocaciones, se testimonio


Efectivamente, porque no basta con darlo. Hay que serlo.

Ayer se presentó en Roma el documento "Orientaciones pastorales para la promoción de las vocaciones al ministerio sacerdotal", elaborado por la Congregación para la Educación Católica. En sus páginas se señala que el testimonio coherente y feliz de los presbíteros es uno de los requisitos necesarios para que los más jóvenes se sientan llamados a la vocación sacerdotal.

El texto parte de una constatación sociológica: la disminución demográfica, la crisis de la familia, la difusión de la mentalidad secularizada, así como las difíciles condiciones de vida y del ministerio del sacerdote, son factores que se han dejado notar, sobre todo, en las Iglesias de antigua tradición cristiana de Occidente.

Por otro lado, la tendencia a una transformación progresiva del sacerdocio en profesión u oficio, el creciente individualismo en los presbíteros, con su consiguiente aislamiento, y los malos testimonios de algunos de ellos, son enfermedades que se han colado dentro de la misma Iglesia.

Ante todo ello, la propuesta del documento es clara: redoblar los esfuerzos en crear un terreno fecundo de vida cristiana en la comunidad eclesial, la oración, el valor de la pastoral integrada, un nuevo empuje de evangelización y misión, el papel central de la familia y, sobre todo, el testimonio coherente y feliz de los presbíteros, su ejemplo, y el arropamiento de la comunidad parroquial.

Todos tenemos mucho que ver en esto. No podemos ser comunidades. Debemos ser una sola comunidad, una sola Iglesia, y sentirlo y vivirlo como tal. Al final, no se trata de destacar más lo que nos une de lo que nos separa. Se trata de ser Uno. Sin matices...

Ése es el testimonio. ¿Lo es tu parroquia, tu familia, tú mismo? ¿Son tierra fértil donde no sería extraño que surgieran vocaciones sacerdotales?

martes, 19 de junio de 2012

Amar al enemigo


Lo reconozco: a veces me pasa, soy de esos que esperan que la justicia divina —tarde o temprano, en esta vida o en la otra— ponga a cada uno en su sitio.

No es que tenga dudas al respecto. Es que en ocasiones lo anhelo “demasiado”, acercándome a lo que podría llamarse deseo de venganza (aunque no sea por mi mano), sin caer en la cuenta de que quizá —en realidad, seguro— será a mí al primero al que pongan en su sitio el día del Juicio.

El refranero popular está lleno de apelaciones a esa compensación debida. En el camino nos encontraremos, a todo cerdo le llega su “sanmartín”, ... Muchas frases para recordar el castigo, la justicia final que todo iguala. Incluso en el Evangelio encontramos las “bienaventuranzas” en Mateo, que Lucas amplía y extiende al incluir también su sentido negativo...

El problema no es que cada uno de nosotros vaya a ser juzgado. Ni siquiera lo es poner en duda la misericordia infinita de Dios, o su concepto de justicia —recuerden la parábola del hijo pródigo— que poco tiene que ver con el nuestro. La cuestión es el amor al enemigo...

martes, 12 de junio de 2012

Por el suelo y pisoteados


Leyendo el Evangelio de hoy y viendo el clima anticlerical y la “fama” que buena parte de la sociedad cuelga a la Iglesia —lo siento, pero en este aspecto no deberíamos hacer distingos entre jerarquía y resto del pueblo de Dios— uno no puede dejar de preguntarse sobre nuestra propia responsabilidad en ser arrojados al suelo y pisoteados. Uno no puede dejar de plantearse si, además de por desconocimiento, odio y cualquiera otra causa injusta, esto no ocurre, también, porque nos hemos ido convirtiendo en sal que no sazona, que ha perdido, como mínimo, parte de su sabor.

En un mundo —miren a su alrededor— necesitado de Dios más que nunca, uno se pregunta si tanto ataque a la Iglesia es solo una consecuencia de esa lejanía de Cristo, o si no somos nosotros mismos, Iglesia, también un poco causa de ese distanciamiento.

martes, 5 de junio de 2012

Soluciones


Puede no ser inmediato. Puede tardar más o menos tiempo. Puede que sea una forma sutil y desapercibida, pero cuando sacamos a Dios de nuestras vidas nos encaminamos irremediablemente hacia el precipicio. Lento o rápido, pero inexorablemente.

En el Encuentro Mundial de las Familias de Milán, el pasado fin de semana, Benedicto XVI invitó de nuevo a la esperanza. Y no lo hizo con palabras nuevas. Ni con provocativos titulares. Lo dijo como siempre lo ha dicho la Iglesia, como lo aprendieron los primeros cristianos del propio Jesucristo: el amor “es la única fuerza que puede verdaderamente transformar el mundo”. La solución es el amor. ¿Hay algo más provocativo y radical? ¿Hay palabras que puedan sonar más nuevas en el mundo que vivimos? ¿Hay mayor grito de esperanza?

Esperanza, sí, porque en “amor” todos podemos ser ricos. Todos tenemos la inmensa capacidad de amar. Incluso hasta la muerte si fuera necesario, aunque muy pocos serían capaces de llegar tan lejos. Podemos amar. De verdad. Sin condiciones. Sin sombras. Sin dudas. Sin plazos. Sin dobles intenciones... ¡Y podemos ser amados! De hecho, lo somos. Dios entregó a su hijo por nosotros. Cada día, miles de personas a las que ni conocemos ni nos conocen nos aman a través de la oración. Cada minuto alguien, en este mundo, hace algo por nosotros. Somos amados... y podemos sentirlo.